Tormenta de ideas

Abrazos

No es fácil darlos ni todo el mundo sabe cómo hacerlo

Isabel Menéndez Benavente

Isabel Menéndez Benavente

Verán, no es fácil abrazar, no todo el mundo sabe hacerlo. Quizás porque a ellos nunca les abrazaron de verdad. Hay abrazos de cortesía, que casi ni te tocan, hay abrazos con ciertas palmaditas, pero sin demasiado entusiasmo, sin embargo hay «palmadas», que casi pueden tirarte al suelo, y que suelen ser de macho alfa, esos de tío, como te va. Y hay abrazos que te dan como si fueras un erizo, porque prácticamente no te tocan. Abrazos de protocolo, de hipócritas que a la vez te clavan un puñal por la espalda, y hay abrazos que te devuelven la fe en la humanidad. No, no todo el mundo sabe abrazar, esto queda claro. Yo soy profesora de abrazos. Y aquí donde me ven, he enseñado a gente muy cercana a hacerlo, pero sé que aún me queda mucho por hacer. Aún me encuentro con gente a la que amo y no puede abrazar como debe hacerse. ¿Que por qué sé que soy especial en abrazos? Pues porque he hecho un verdadero máster. Descubrí que abrazaba de manera especial cuando un día en un funeral del padre de una amiga, que en aquel momento yo no conocía mucho, aunque posteriormente sí fue una gran amiga, aquel día, en la iglesia, me acerqué y la abracé. Días después me le encontré y me dijo algo que me impresionó: “Isa, no sé qué pasó, pero tu abrazo me reconfortó muchísimo, de verdad, sentía algo especial”. Después esas palabras, vinieron muchas más personas que de una u otra forma me decían lo mismo. Tengan en cuenta que doy muchos abrazos: a mis niños, mis pacientes, cuando lloran, me acerco y con el abrazo intento que el dolor sea compartido para que ellos sufran menos. Y eso es lo que hago siempre. Y también tengo abrazos que dan energía, que revitalizan, que hacen que el otro sepa que estás con él, que lucharemos juntos… Y luego están los de inmensa ternura, esos que hago para que mis niñas, las dos, se fundan con su tata y seamos un mismo corazón, una misma persona. O con mis hijos cuando hay algún problema, que son abrazos de puro amor, en ellos les digo que moriría sin dudarlo por ellos, para que no sufrieran nunca y que, como me pasaba a mí con mi madre, enterrada en sus brazos, escondida en su regazo, nada malo, nada, podía pasarme.Y si están en mis brazos, a ellos tampoco. También me dijo, cuando se iba, que ella siempre estaría con nosotras. Y lo ha cumplido. Pero son distintos, por eso le digo a mi marido, a mis hijos, a mis niñas, que aprovechen, que queda poco y que como mis abrazos, no hay otros. Tengo vales de abrazos por si alguien los necesita. Aprendan a abrazar, solo hay que practicar.

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