"Et incarnatus est"

Sobre el origen del nacimiento de Jesucristo

Fidel García

Fidel García

Los evangelistas teólogos e historiadores Mateo y Lucas, inician sus relatos del origen y nacimiento de Jesucristo, lo que no relatan los otros dos Marcos y Juan. Los relatos resumen y condesan todo el Evangelio. Estos relatos de la infancia de Jesús siguen siendo dos mil años después los más y mejores conocidos de toda la Historia, como se puede verificar por la fiesta de la Navidad; la más festejada en todo el mundo, no solo religiosamente, sino cultural y comercial. La fiesta de la Navidad comienza a hacerse realidad el 25 de marzo, festividad del dogma católico de la Anunciación y Encarnación del Verbo que se hizo carne y habitó entre nosotros, como se lee en el misterioso prólogo cuarto evangelio de San Juan. Este misterio sublime ha sido especialmente tratado en todos las artes, destacando sobre todo la pintura y la música: el cuadro "Anunciación" de Fra Angélico, que está considerado como una de las cumbres de la pintura. Mozart en su "Gran Misa" resumió toda su potencia y grandeza musical en la parte del credo "Et incarnatus est".

El Papa Ratzinger, sin duda alguna el teólogo más brillante de la postmodernidad escéptica y/o incrédula, ha dedicado estupendos estudios a la persona y mensaje en su obra "Jesús de Nazaret", en la que aborda todos los temas, incluidos aquellos que exegetas bíblicos racionalistas evitan porque no entran en sus prejuicios sabiondos contra la fe revelada y creída. El gran exégeta que era Ratzinger escribe sobre el tema de la Anunciación del Nacimiento de Jesús, a su madre virginal, María, tal como lo relata San Lucas, un historiador solvente, según los modelos helenistas y muy preocupado por analizar fuentes como afirma expresamente en el prólogo a su Evangelio. La fuente de información de San Lucas es la misma madre de Jesús, porque: "María, su madre, conservaba todo esto en su corazón…". Solo ella podía informar del acontecimiento de la Anunciación, que no había tenido ningún testigo humano. Y con suave ironía contra las negacioncitas exégetas se pregunta: ¿Por qué debía hablar María de su "meditar" sobre las palabras del ángel Gabriel, si no nada sabía de eso? Las tradiciones sobre María tienen una explicación: la discreción de la madre y de los círculos cercanos a ella: los acontecimientos sagrados en el alba de su vida no podían convertirse en tradición pública mientas ella vivía.

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