Programa vs. promesa (proyecto vs. parola)

Sobre las propuestas de los partidos políticos que se presentan a las elecciones en Gijón

Javier Díaz Dapena

Javier Díaz Dapena

A un mes escaso de los comicios locales, las distintas formaciones políticas que forman el elenco de opciones para el depósito de nuestro sufragio se decantan por distintas formas de seducir al electorado con carácter previo a la elaboración de sus respectivos programas. Así, y bajo el común denominador de lo que se da en llamar "promesa electoral", las hay que se limitan a deslizar acuerdos de intenciones, anunciar posibilidades futuras, afear las pretéritas actuaciones de los todavía regidores, cantar y contar las eventuales bondades propias y posibles fracasos ajenos o poner palos en las ruedas de los favoritos. Paralela y paulatinamente, se van anunciando los nombres de aquellos que formarán parte de las distintas listas, aun no hallándose por completo definido el orden más allá de las cabezas, lo que a buen seguro –al tiempo– será objeto de futuras cuitas presididas por el fuego del amigo que no se considera suficientemente valorado en el correspondiente ordinal.

En el peor de los casos, los anuncios de los partidos consisten en situarse al rebufo de los más madrugadores y construyen "ideicas" sobre la base de aquellos "asuntos de ciudad" respecto de los que ni tan siquiera habían reparado hasta que las formaciones más serias plantearon abiertamente sus muy elaboradas propuestas. En el extremo contrario, pues, están las formaciones (el plural es simbólico) que han cimentado esos pilares con solidez y, más allá de ello, las han presentado a la ciudadanía en espacios abiertos, públicos y participativos.

Y es que cuando las cosas se hacen pronto y bien (y por descontado que estoy hablando de la candidatura que encabeza Carmen Moriyón y abandera Jesús Martínez Salvador, sinfónica y sintónica dupla entre quien lideró una excelente oposición y quien debe presidir esta nueva etapa al lado de tan brillante escudero) el programa no necesita una expresión escrita, pues se ha ido gestando a lo largo del tiempo y a través de propuestas técnicas y no políticas, esto es, proyectos frente al consabido y fútil recurso a la parola ayuna de contenido alguno.

Miren: sin ánimo exhaustivo alguno, nuestra ciudad tiene una serie de problemas que exigen soluciones, a saber: El Muselín, Naval Gijón, el "solarón", nuestros arenales, organización administrativa municipal o el Muro. Cada uno de estos frentes exige necesariamente una promesa, pero solamente una formación ha convertido esa antesala en un proyecto real, efectivo, contrastado y contrastable, participativo, abierto, accesible y, por encima de todo ello, viable, esto es, acompañado del correspondiente estudio económico y contemplando posibilidades reales de financiación. Así, Foro Gijón ha elaborado y presentado, entre otros, el Plan Azul para Naval Gijón, el Plan Muselín, el Plan "solarón", el Plan de calidad de las Playas (les animo entusiasta a examinarlo porque es algo absolutamente inédito a nivel nacional), el Plan UNO (una renovación radical de la organización administrativa municipal) o el Plan para el Muro de San Lorenzo.

Sabido es que a una promesa electoral no le sigue a menudo su debido cumplimiento, pero, de una parte –y me repito– no es lo mismo una promesa que un elaborado proyecto y aún más claro se me antoja que quien ni tan siquiera se atreve con el compromiso, siempre estará más lejos del resultado. En definitiva, a día de la fecha cuentan ustedes con un programa electoral, les animo a que lo valoren, no ya –que también– por ser el único, sino porque ofrece soluciones reales a nuestros problemas de ciudad y, desde luego, no podemos permitirnos el lujo de perder otros cuatro años haciendo fintas a la realidad y huyendo hacia delante.

Finalmente y por amor de Dios (laicidad al margen), recojan el guante y debatan públicamente frente a quien ningún reparo tuvo a la hora de arrojarlo, que lo mismo que el miedo guarda la viña, aquel enriquece y es hábil para tornar voluntades e intenciones, incluida la que hasta la fecha no esconde este humilde opinador que, como tantos, jamás perdonaremos la ausencia de ese justo medio aristotélico que situaba a la valentía como virtud frente a la temeridad y la cobardía y que resulta plenamente extrapolable.

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