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Universidades apolíticas

Filippo Priore

Filippo Priore

Disculpen si en un arrebato de nostalgia recuerde con cariño mis tiempos en la antigua Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Gijón (ETSIIG), inaugurada un 20 de octubre de 1978. En la actualidad, renombrada con el simpático nombre de EPI (Escuela Politécnica de Ingeniería), poco queda de aquellos primeros pasos de una facultad de la que han salido unos 5.000 ingenieros.

La carrera suponían seis años de duro estudio, que para muchos se alargaban hasta situar la media en nueve para graduarse. Muchos se quedaban por el camino por la enorme dificultad de la misma. Acabarla era todo un éxito y aquellos primeros ingenieros salían con un puesto de trabajo debajo del brazo y un merecido buen sueldo.

Llegaron los años 90 en los que en cada promoción entraban casi 500 alumnos, con una criba notable en el primer curso, cuando para pasar al segundo, sólo bastaba con aprobar una de las cinco asignaturas que lo componían. Luego llegaba tercero, que era el Angliru para discernir quién lograría alcanzar el éxito final o quién arrojaba la toalla.

En 1996, se produjo un hecho que quienes vivimos entre clases, biblioteca y muchas partidas de mus en la cafetería (asignatura obligada), nunca olvidaremos. El por aquel entonces rector, Don Julio Rodríguez (q.e.p.d.), tomó la decisión de clausurar el centro por riesgo de derrumbamiento, en contra de los criterios de los técnicos que lo habían construído. Fueron jornadas de movilización estudiantil, con encierros y manifestaciones que llegaron hasta Oviedo. La decisión estaba tomada. Fuimos trasladados a los nuevos edificios construidos frente a la Escuela de Marina.

No son pocas las veces que he entrado en aquel viejo edificio una vez reabierto, en busca de recuerdos entrañables como las inolvidables fiestas por nuestro patrón, San José, que curiosamente celebrábamos en el mismo lugar donde sudábamos la gota gorda con los exámenes. O las espichas que tenían lugar en el exterior, que comenzaban a primera hora y tenían su final a altas horas de la madrugada en la conocida Gijón La Nuit, en la Ruta de los Vinos.

Esta semana volví a entrar y en uno de los paneles reservado a todo tipo de anuncios o publicaciones propias de los distintos departamentos, me encontré con unos panfletos como los que contaminan la Complutense de Madrid, junto a otro que rezaba "Transformaremos la rabia en fuerza" sobre un fondo con la hoz y el martillo.

No pude sino preguntarme desde cuándo la simpática EPI lleva convertida en una universidad donde cabe la política y sentí una enorme tristeza que emborronó mis felices recuerdos. En estos lugares, jamás deberían tener cabida otras materias que no fuesen las relacionadas con los estudios que en ellos se cursan. Pero a la vista está de que no es así.

Y ya ven que de la situación política actual no he escrito ni una palabra. Para eso dejo a los que se pelean con si el presidente trilero tiene un as escondido en la manga al anticipar las elecciones. Se equivocan: tiene toda la baraja marcada.

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