De viaje con Jovellanos | León en 1792 (y XXI)

El prócer completa su periplo leonés

El Ilustrado finiquitó su recorrido partiendo desde Teverga en dirección a Gijón con un canto a la naturaleza del tramo final de la etapa

Pablo Vázquez Otero

Pablo Vázquez Otero

Llega a su fin este apasionante viaje que hemos desgranado en 21 artículos y que llevó a Jovellanos de Gijón a León en 1792 para la elección del prior de San Marcos y su regreso. Nuestro protagonista quedaba en La Plaza, en Teverga, a los pies de la imponente Peña Sobia, y por supuesto visitando la Colegiata de San Pedro. Pero el tramo final del camino es siempre atractivo y lo vamos a ver y seguir a través del lejano eco de la voz de Jovellanos plasmado por escrito en su exquisito Diario. Así pues, lo idóneo es leer y oír cómo don Gaspar nos susurra a través del tiempo y nos comenta esto, de aquel 28 de junio de 1792: "El concejo de Teverga tiene tres ríos. El primero, llamado de la Foz, atraviesa todo el valle de Val de San Pedro; uno de sus orígenes viene desde las alturas de la Mesa, por donde bajamos, otro desde las alturas de Ventana, por La Puerca y Páramo, uniéndose en San Salvador, primer lugar del dicho valle. El segundo viene por el valle de Valdecarzana desde el puerto de San Lorenzo, cogiendo la falda de Villanueva hasta La Plaza, donde se une con el de La Foz. El tercero corre por Valdesantibáñez y baña los lugares que se hallan desde Taja hasta Entrago, donde se une a los otros. Así unidos, entran por una garganta que hace la peña de Sobia, donde llaman Trespeña, con la de Gradura, y, torciendo el paso por entre ellas, sale al concejo de San Adriano, donde en el término de Caranga de Abajo le recibe el de Quirós".

Inicia la jornada con una descripción de esas que tanto le gustan a nuestro ilustre viajero, donde las cuencas hidrográficas son protagonistas y los paisajes no lo son menos. Pero hay que decir que en la actualidad sabemos que hay ciertos errores en esta descripción, como por ejemplo que el río Teverga no pasa por esa garganta de Trespeña a la zona del concejo de santo Adriano sino al concejo de Proaza, porque Caranga, precisamente donde se une al río Quirós, pertenece a Proaza. Es cierto que algún arroyo y río viene de Puerto Ventana pero no todos, alguno viene de los montes llamados de Carroceda, y también de La Mesa como él referencia.

En esa confluencia de los ríos en Caranga de Abajo, aún hoy destacan esos elementos de nuestra etnografía con gran belleza, como la ermita de San Mamés pegada a la misma carretera o también la iglesia parroquial que es la de San Pedro, del siglo XVIII, contemporánea con nuestro protagonista. Frente a ella una fuente y un lavadero nos permiten evocar el paso de las gentes por este lugar unos hacia Quirós otros hacia Teverga, y todo a la sombra que nos regala un hermoso y centenario tejo. En las inmediaciones, aunque son de época mucho más reciente y lógicamente Jovellanos no las conoció, están las antiguas escuelas de principios del siglo XX y que fueron financiadas por los hermanos emigrados a Panamá, José, Severo, Gervasio y Balbino García oriundos de la zona.

Pasó Jovellanos muy cerca de un pueblo con una historia muy curiosa, el mítico Mengollo. Allá por 1854 el cura párroco se acercó y vio que las chimeneas en pleno invierno no echaban humo, extrañado encontró los cadáveres de todos los vecinos, lo contaba así: "Las callejas del pueblo estaban pobladas de cadáveres. La puerta de la iglesia permanecía abierta y tres o cuatro vecinos, en estado de putrefacción, yacían dentro, abrazados a los santos. Y los niños de pecho que había en el lugar estaban también muertos, abrazados a sus madres, que estaban tiradas entre la nieve que aún había en Mengoyo". Parece ser que fue algún alimento envenenado, tal vez el pan, fue el que se llevó a todos sus vecinos e incluso a algunos animales. Hoy en el lugar llamado braña de Mengollo apenas quedan restos.

Volviendo a Jovellanos y al tramo final de su viaje, nos dice lo siguiente, a nivel administrativo, de esta zona, y de gran interés: "Los tres valles tienen un divisorio común en el alto de San Martín, donde están las Casas Capitulares comunes, donde se juntan los jueces, que son cuatro: dos de Valdecarzana Alto y Bajo, nombrados por el marqués de Valdecarzana y con jurisdicción promiscua, y los otros dos, uno de Val de San Pedro y otro de Valdesantibáñez, nombrados por suerte en defecto de concordia".

Es totalmente cierto que en épocas antiguas, Teverga sólo abarcaba y se ceñía a los valles de Santibáñez y Valdesampedro, a partir de 1224, la administración estaba en manos, por gracia del cabildo ovetense, de la muy conocida y ya mencionada familia de los Bernaldo de Quirós, de hecho fue Gonzalo Bernaldo de Quirós el que recibe del rey Enrique II, el señorío de Valdecarzana en 1372. El concejo sintió con fuerza los esfuerzos expansionistas de la familia Miranda, propietaria del valle de Valdecarzana, precisamente ese que dio nombre al marquesado que en 1672 concedió el rey Carlos II. Esta familia ejerció un riguroso control sobre Teverga, en todos los sentidos, hasta el XVIII que comienza el declive del mismo.

Añade más Jovellanos en su descripción del viaje: "Desde Entrago se empieza a subir; cuesta grande no muy pendiente; arriba puertos de pasto. Casetas o barracas para recoger los recentales y ordeñar las vacas, que andan todo el verano por los puertos. Hacía calor, y era cosa admirable donde no hallaban sombra subir a las más altas rocas a respirar el aire de la mar. Quizá esto dio origen a la fábula de que las yeguas españolas concebían del viento, pues el ganado caballar hace lo mismo".

Curiosa referencia final a una leyenda muy del mundo clásico, las yeguas que muy cerca de Olisipo la antigua Lisboa, eran fecundadas por el viento denominado Céfiro o Viento del Oeste y que parían potros muy veloces pero de corta vida, de hecho esto quedó por escrito en textos como este de Plinio: "Nadie ignora que en Lusitania, en las cercanías de Olisipo y de las márgenes del Tajo, las yeguas vuelven la cara al viento occidental y quedan fecundadas por él; los potros engendrados así resultan de admirable ligereza, pero mueren antes de cumplir los tres años". Jovellanos está muy instruido y como vemos lo demuestra constantemente.

Añade más información de modos de vida en el ámbito ganadero y agrícola asturiano de aquella época: "Aunque este concejo es muy rico en ganados de asta y cerda, no lo es menos en frutos. Siembra alternadamente maíz y escanda. Habas negras, pedretes (especie de arvejo chato y duro), santillos, que pertenece a la misma especie de hortaliza. Desde lo alto se ve gran parte del concejo de Proaza y la entrada al de Quirós a un lado; las vertientes que van a Riosa y Morcín al frente y al lado".

Tramo precioso y evocador con el que cierra Jovellanos este viaje y dice así: "Comida a la rústica: rica leche, manteca acabada de salir del zapico, cuayada, truchas fresquísimas de Teverga. Descanso; salida a las cuatro; un pedazo de buen camino hasta el lugar de Castañedo. San Andrés de Trubia, descanso a orilla de un arroyo abundantísimo. Es sitio delicioso, a la margen de las sonoras aguas y a la sombra de un hermoso avellano. Todo es poético, si la imaginación ayudara; pero pasó la edad de esta especie de ilusiones. Voy a dejarlo, aunque siento arrancarme de tan agradable situación. ¡Oh naturaleza! ¡Qué desdichados son los que no pueden disfrutarte en estas augustísimas escenas, donde despliegas tan magníficamente tus bellezas y ostentas toda tu majestad!".

Nos hace degustar esas viandas pero el párrafo final permite ver ese Jovellanos romántico y que se deja absorber por la belleza paisajística de su amada Asturias. "Oviedo, bien entrada la noche. Día 29.-Comida en Oviedo y venida a Gijón, con buena tarde".

El día 29 de junio de 1792 finiquitaba este viaje don Gaspar pero sin apenas respiro, el 13 de julio lo tenemos en camino de nuevo, pero eso será ya el inicio de un nuevo periplo viajero y lo veremos ya en el próximo capítulo.

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