Opinión
Irremplazable
Nadie es imprescindible, otra cosa es que haya personas que son irremplazables. Lo llevo pensando desde que te fuiste discretamente, despacio, sin molestar, así como eres tú. En un día de agosto, antes de las clases, casi como declaración de intenciones de querer que las cosas siguiesen su ritmo. Creo que te preocupaste hasta de eso.
Siempre amé la literatura apasionadamente, pero no sabía cuánto amaba la literatura infantil y juvenil hasta que la vi con tus ojos. Han sido tantas las cosas que he aprendido de ti que las gracias se han quedado cortas. Y no lo digo solo por un universo de libros, de personajes o de ilustraciones, sino por haberme confirmado que se educa con el ejemplo, que tenemos la tarea clave de formar a maestros y maestras, y que eso supone compromiso, tesón y mucho amor.
Hemos visto en ti qué significa la honestidad, la búsqueda de las cosas justas y la preocupación por las demás personas. Nunca has hecho alardes de nada (¡y mira que te sobraban motivos!) y esa humildad profunda y no impostada es una de las cosas (de entre tantas) que te hacen grande.
Hasta en los momentos más duros de esa larga enfermedad con la que peleaste tuviste un momento para cada persona, para despedirte, para darnos ánimos cuando no sabíamos ni cómo dártelos a ti. Te fuiste despacito, pero también rodeado de mucho amor de los tuyos y de quienes tenemos el privilegio de tenerte en nuestro camino. Así que creo que nos dirías, como Dumbledore, que toca preocuparse no por quienes se han ido, sino por quienes siguen viviendo sin amor.
Es raro y difícil pensar que no estarás en tus clases, en la Facultad o en tu casa con tu familia a la que tanto querías. Así que quiero imaginarte en sitios felices como el País de Nunca Jamás, leyéndoles cuentos a los niños perdidos o merendando con el Sombrerero Loco y la Reina de Corazones mientras te sonríes por las prisas absurdas del Conejo Blanco.
Me has acompañado por el camino de baldosas amarillas, unas veces llevaba los chapines rojos, otras he sido el león cobarde o el espantapájaros y siempre has estado ahí, animándome a llegar a Oz con tu paso calmado y sosegado que contrastaba con mi ritmo casi frenético del que tantas veces nos hemos reído. Nos había tocado el billete dorado para poder ir contigo mientras nos dejabas miguitas por el camino para que no nos perdiésemos...
Amigo, compañero, mentor, maestro... Querido Julián, no podemos (ni queremos) reemplazarte, porque tú eres una de esas personas con las que no puede hacerse. Solo nos queda seguir lo que has comenzado y transmitir tu creencia de que la educación, la lectura y los libros son armas poderosas que cambian a quienes cambiarán el mundo.
A ti, que tenías alma y corazón de poeta, solo me queda decirte unos versos que llevan resonando en mi cabeza estos días: "A las aladas almas de las rosas / del almendro de nata te requiero, / que tenemos que hablar de muchas cosas, / compañero del alma, compañero".
Allí nos veremos, Julián. La tierra te será leve, lo sé.
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