Opinión
Pavos reales
Su repoblación se hace necesaria en el parque de Isabel la Católica
Aunque ya comiencen a descender las temperaturas, la melancolía del otoño invita a pasear por nuestros parques; a caminar sobre su alfombra de hojas caídas y contemplar los tonos ocres y rojizos de las que aún se resisten a tocar el suelo.
Volver al parque de Isabel la Católica, nuestra principal marcha verde, permite evocar una infancia lejana de la que poco queda. Por cierto que, tan sólo hace unas semanas, nuestra ciudad acogió una interesantísima conferencia sobre el proceso de beatificación de Isabel de Castilla, a cargo del catedrático de periodismo José Francisco Serrano Oceja, que pasó más desapercibida de lo que debiera.
Hoy en el parque corretean juguetonas las ardillas, no tan frecuentes en aquellos lejanos años. Pero nos faltan los barquilleros con sus aparatosas latas rojas, la inocencia de poder llevar nuestras bolsas de pan para dar de comer a cisnes y patos, o aquellos gamos a los que llamábamos «bambis», por influjo de la película de Disney. Aunque bien está que estos últimos recuperaran su libertad, pues las jaulas en que vivían no pasarían hoy el más mínimo examen de la ley de bienestar animal.
Afortunadamente parece que la paz y tranquilidad ha vuelto a sus estanques, tras las sangrientas incursiones, hace no tantos años, de las nutrias asesinas que diezmaron la población de sus aves.
También hicieron estragos, por la misma época, algunos bípedos implumes, totalmente desaprensivos y amigos de lo ajeno, que acabaron con la numerosa población de pavos reales que habitaba los jardines. Aquellos que paseaban por la rosaleda, henchidos de vanidad, mientras desplegaban su vistoso plumaje para deleite de visitantes.
El pavo real fue animal icónico de nuestro parque principal, y hasta los carteles informativos colocados por el Ayuntamiento en el mismo están ilustrados con la silueta de un pavo real, con el fondo del templete de hierro traído desde Escocia por el alcalde Alejandro Alvargonzález.
Hoy, lamentablemente, estas placas se han vuelto anacrónicas pues resulta casi imposible avistar estas aves en el parque. Sólo quedan dos parejas de pavos reales, pero tristemente confinadas en el espacio cerrado, contiguo a la pajarera, dedicado a las aves exóticas.
Cabe desear que estas parejas tengan pronta descendencia. Pero tampoco estaría de más importar nuevos ejemplares y, sobre todo, que todos ellos recuperaran su territorio natural para circular libremente, como lo hicieron siempre, por los jardines; eso sí con las debidas medidas de control y seguridad para evitar acciones vandálicas como las pasadas. Ojalá que lo veamos.
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