Opinión

Fernando Menéndez, artesano, aforista, poeta y cruce de caminos

Los pobladores de la República de las Letras tienen a su alcance "Bosque de letras", que se consigue gratuitamente en la conmemoración del Día Internacional de las Bibliotecas y que institucionalmente quiere servir de reconocimiento hacia las bibliotecas, sobre todo porque hemos de agradecérselo a las bibliotecarias y bibliotecarios que, como con perfecto tino escribe la consejera de Cultura, Vanessa Gutiérrez, "nos hacen más libres porque nos dotan de esas herramientas que ellos administran con un celo que excede el mero deber laboral".

En esta empresa, Fernando Menéndez pone a disposición, una vez más –esta es la novena exposición pública de este género–, una parte de su taller de poeta, que no es solo una metáfora, porque quien es uno de los mejores aforistas contemporáneos trabaja además como artista y artesano –en el pleno sentido material– con cartón, madera, vinilo y con papeles que encarga en lugares remotos del planeta, lo sabe bien José Ramón González, que es, además de amigo y rastreador de nuevos materiales, la principal autoridad académica en "aforistas españoles" y en "teoría del aforismo", y que, para colmarlo todo, es el máximo experto en lo que podríamos llamar fernandomenendismo poético.

"Bosque de letras" es un catálogo de una exposición, pero que oculta en realidad tras él un libro, un opúsculo de setenta y seis páginas en el que Fernando ha querido rodearse de veintiséis autores que le han leído asiduamente, le han seguido en su quehacer multifacético y le conocen poéticamente. Junto a los ya mencionados, encontramos a Juan Varo Zafra, Ricardo Pochtar, Marco Ángel, César Nicomedes, Hiram Barrios, José Luis Truyo, José Carlos Díaz, Javier Blasco, María Elvira Muñiz, Jorge Fernández León, Fabrizio Caramagna, Carmen Camacho, Gino Ruozzi, Tomás Sánchez Santiago, Donato Di Poce, Mar Martín Martín, Xuan Xosé Sánchez Vicente, Paulo A. Gatica Cote, Fermín Herrero, Víctor Guillot, Carmen Macías Zafra, María José Menéndez Gutiérrez, el pintor "Kiker" y yo mismo.

De aquí resulta que con la colaboración del Principado de Asturias y de Gesto y con el padrinazgo, en Oviedo, de la Biblioteca Ramón Pérez de Ayala, en una de cuyas salas se expone "Bosque de letras" del 24 de octubre al 8 de diciembre de 2024, y en Gijón, de la Biblioteca Pública Jovellanos, donde se reeditará la exposición entre el 18 de diciembre de 2024 y el 19 de enero de 2025, de aquí resulta, decimos, una exposición —con su libro-catálogo— que reúne algunas de las herramientas del taller de FM junto a más de 100 obras construidas con sus manos, que como nos dice son una huella que aspira a que no todo se desmorone en la existencia precaria, en ese ser "ephémeros u objetos efímeros", y de ahí esos artefactos que dan cobijo a un poema o a un manuscrito, si es preciso de uno en uno, para que no se borren como letras en la superficie del agua (el riesgo pronosticado por el Fedro platónico para la escritura). En ese empeño, sin abandonar el objetivo principal del decir lingüístico, desciende a lo más material, y lo convierte en nuevos objetivos igualmente principales, que son la caligrafía, el manuscrito bello, la composición de materias, texturas, colores, grabados y dibujos (a veces con préstamos del arte pictórico de Kiker), y que es, en definitiva, lo hecho a mano como obrero que reta el devenir opresivo de la máquina, donde la poesía, la expresión gráfica y los objetos –rotuladores, lijas y toda la progenie artesanal– ya no van solo en busca de lo sublime del lenguaje sino del sentido primordial oculto que como onda-partícula se mueve entre lo artesanal y lo artístico, a un mismo nivel, hermanando y confundiendo palabras y formas. En eso anda en el fondo nuestro poeta.

Y paradójico, mientras se honra al bibliotecario, FM pone a prueba a la biblioteconomía –esa técnica precisa–, porque cómo clasificarle, ¿artesano, artista?, pues no se sabe si es borrado de fronteras o si perfecta intersección de oficios. Por si fuera poco, se convierte en cruce de caminos de múltiples literatos, al congregarlos en esas romerías que son sus libelos y su La República de los aforismos, donde su hacer se entrecruza con la de un centenar de escritores españoles y extranjeros.

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