Opinión

Paco G. Redondo

¿Quiénes bailarán?

La realidad económica frente a los panfletos izquierdistas

Arcelor Mittal suspende los proyectos de hornos de reducción directa en Europa, incluido el de Gijón. La inversión permitiría sustituir los hornos altos por procesos verdes, -utilizando gas natural hasta que el hidrógeno no contaminante sea eficiente-, aún no rentables. Aluden también, además de los altos costes energéticos, a "la entrada masiva de acero extracomunitario a precios muy bajos" (sobre todo de China e India, por menores costes salariales) y que no está gravado en origen por las emisiones de CO2. La decisión, en cierto modo esperada, es una bofetada de realidad a los discursos optimistas de políticos a la moda anti sistema, que se les llena la boca repitiendo las consignas del alarmismo climático y la descarbonización. Para empezar recordemos una vez más al relato "woke" que los seres vivos estamos compuestos en parte de carbono.

Por tanto sin carbono no habría seres vivos en nuestro planeta Tierra, que no necesita descarbonizarse para bajar unas décimas la temperatura durante el siglo XXI, cuyo calentamiento se debe en primer lugar a la evolución de los ciclos solares. Lo que necesitamos es reducir la contaminación, poniendo más filtros en las chimeneas de las fábricas, calefacciones domésticas o tubos de escape de los vehículos. La primera contaminante mundial con mucha diferencia (más del 30% del total) es la dictadura comunista china, que sigue abriendo una central térmica de carbón cada mes. Sin su contribución todo lo que cacareen las izquierdas europeas queda en retórica hueca, o bulo y negacionismo, como dicen ahora de quienes piensan distinto de sus panfletos.

En este sentido el buenismo de la Agenda 2030 de la ONU, y sus objetivos maravillosos de paz, amor y sostenibilidad en el mundo (¿Cómo le van a convencer de lo de la paz a la Rusia del autócrata socialista Putin?) es como echar agua en un tonel agujereado. Más aún cuando, ya sea por ingenuidad o influencia del discurso de China, Rusia, Irán y compañía, degeneran en radicalismos izquierdistas del tipo que no comamos carne, destruyamos las presas, boicoteemos al turismo y descarbonicemos la industria europea ya: ¿o si no el planeta desaparecerá antes del 2030? Pretender flagelarnos con la monserga de la Europa liberal y próspera perversa, es como pegarnos tiros en las piernas, pero para que solo los rivales protagonicen el baile económico.

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