Opinión

Espíritu navideño

La necesidad de un proceso de reconversión de estas fiestas

Llega el final de año. Llega la Navidad. Las calles y escaparates se engalanan. Hay luces por todas partes. El espíritu navideño nos envuelve. Gijón está muy guapo. Los sanedrines populares dictan sentencia: "este año sí que se lo han currado".

Si levantamos la vista de nuestra villa marinera, podríamos asombrarnos de la capacidad que tienen alcaldes y alcaldesas de presumir de iluminación. "Tenemos el árbol más alto de España". "Nuestra ciudad es la que tiene más leds del universo". La competición está servida. Nuestras ansias por comprar, comer, beber parecen insaciables. El consumo se multiplica. Si me lo puedo permitir, ¿por qué no lo voy a comprar?

Este espíritu navideño que trata de evocar la capacidad del ser humano de pensar y reflexionar para llenar de nuevos propósitos el nuevo año parece en vías de extinción. Mejor dicho, es sepultado por metros y metros de papel de regalo, por cajas y cajas de cartón con el logotipo de alguna que otra multinacional que ha cambiado nuestros modelos de consumo.

Uno no sale de su asombro cuando observa como vivimos el conflicto ético moral navideño con cierta ligereza. Hablamos de fraternidad, de solidaridad, de generosidad. Un mensaje que deambula en letras de canciones, películas, homilías y postales. Un colapso virtual de mensajes reenviados a través de la mensajería instantánea y de redes sociales. Pero… ¿Realmente nos paramos a pensar en todo lo que tratamos de evocar y lo poco que aplicamos en nuestra realidad?

Queridos lectores. En este punto me gustaría compartir dos reflexiones que me rondan la cabeza.

Primera. En estas fechas se multiplican las campañas solidarias, las peticiones de donaciones, las recogidas de juguetes… y esto pasa en estas fechas. Comido el roscón de reyes, se acabó. Ante esto, a uno le surge una duda: ¿Realmente compartimos? ¿O damos lo que nos sobra? ¿Realmente ayudamos con la voluntad de cambiar tantas realidades que deben ser cambiadas? ¿O la desigualdad sólo brota en diciembre?

Segunda. ¿Somos conscientes del modelo de consumo que estamos transfiriendo a niños y niñas? ¿Es necesario que un peque abra seis, siete u ocho paquetes? ¿Sabemos diferenciar entre lo que podemos hacer y lo que necesitamos hacer? E insisto en mi hipocresía e incoherencia, pero eso no me tranquiliza.

Por esto, uno piensa que la luz que necesitamos no ha llegado todavía a nuestra ciudad. Una luz que nos abra los ojos, que nos despierte de esta ensoñación que hemos asumido como buena. Una luz que reordene aquello que es realmente necesario e importante, que nos haga contar hasta diez y valorar nuestro papel en diciembre, enero, febrero, marzo… Que nos ayude a poner en valor lo que tenemos y no tanto lo que nos gustaría tener.

Quizás necesitemos un proceso de reconversión de estas fiestas. Sólo espero que un poquito mejor que reconversiones anteriores que hemos vivido en esta tierra.

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