Opinión | Palabras con silencios

Notre Dame: "¡Sublime!"

Así exclamó Emmanuel Macron, el presiente francés, al contemplar la restauración de la catedral parisina. Conmocionado por el incendio devastador sufrido el 15 de abril de 2019, aventuró la promesa de que en cinco años sería reconstruida. Solo han sido siete meses más. Su desafío le ha salido mejor que los de la gobernanza que le tienen ahora al borde del precipicio. Lo primero que me llama poderosamente la atención es la importancia y grandiosidad que le dan a su inauguración celebrándola en la festividad de la Inmaculada Concepción, sin duda por llevar su nombre: Notre Dame. La Francia secularizada se pone de rodillas ante Notre Dame. Se trata de un edificio religioso, joya del gótico, libro de historia en cuyas piedras quedaron inscritos e inmortales momentos fundamentales de la vida de Francia y de Europa. En ella se coronó Napoleón, habló Lacordaire, se funeró Mitterrand, sentenciada, se libró de Hitler y fue plasmada en lienzo por Monet y Picasso.

Al acto comunicaron su asistencia unos cincuenta jefes de Estado y de Gobierno, Donald Trump entre ellos. Insólito. La sorpresa, que lo es sin duda y difícil de explicar, la da el papa Francisco al excusar su no asistencia. La razón alegada es que desde el comienzo tomó la decisión de visitar solo "las periferias" (palabra que ha hecho viral) sociales y materiales. Y en verdad, lo cumple. Sus lugares preferidos son las cárceles, sus invitados los pobres, sus viajes son a los países olvidados… y su anuncio preferido es "el Dios de la misericordia". Podría esgrimirse en este caso que, en la isla de la Cité, muchos de los asistentes invitados a la cuidada ceremonia de hoy están en la periferia existencial de la creencia religiosa, y la luz y blancura, la diafanidad espiritual que recupera la arquitectura de la secular catedral podía servirle de marco para invitar "urbi et orbi" a recobrar los orígenes cristianos del envejecido continente europeo, pobre y lánguido por abandono de valores y sentido. Con el simbolismo de la rehabilitación del templo podría reclamar la recuperación de Europa. Está muy necesitada de luz y vida para encarar su futuro. Pero, como en otras muchas cosas: "doctores tiene la santa, madre iglesia".

La segunda consideración que me viene a la cabeza es que las bellísimas catedrales sembradas por toda Europa hablan por sí mismas del valor de la fe cristiana que es capaz de mover y despertar las mejores facultades de la persona para crear estas maravillas: Reims, Chartres… allí, Burgos, León, Oviedo… aquí. Y que han sido escenario de tantos acontecimientos históricos y culturales de la vida de los pueblos inspirando además gran parte de lo mejor del arte, de la música, de la pintura y literatura en las que se manifiesta y aflora la riqueza y belleza del alma humana. La de Notre Dame quiere verse como el icono de Europa. Por eso no han dudado en rescatarla.

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