Opinión
Arrepentimiento o descabello político
Sobre los comportamientos de los dirigentes públicos
Se define al descabello como el recurso que utilizan los toreros para rematar al toro cuando la estocada no ha sido certera o cuando el animal no cae. Esta suerte solo busca la efectividad en acertar en el sitio exacto que derribe al toro. O sea, la puntilla a la agonía.
Dicha suerte taurina es aplicable también a otras derivadas que afectan a nuestras vidas. Es el caso de la política cuando esta es ejercitada por los agentes políticos con astucia y manipulación manifiesta entre la teoría filosófica, de un lado, y la vida y la acción política de otro. En la actualidad la intuición de la población es que los políticos (no confundir con la política como patrón de democracia) nos tienden el capote para darnos puntilla torera pensando solo en el lucimiento táctico político (oreja, ovación y vuelta al ruedo). Son toreros a sueldo: matadores de ilusión que usan el estoque de descabello para acallar los problemas reales sin aportar una solución al ciudadano medio. Al respecto, me viene a la memoria la lapidaria frase pronunciada en su día por el que fuera hombre fuerte de la política italiana Giulio Andreotti "gobernar no consiste en resolver los problemas de la gente, sino en hacer callar a quienes los plantean". La trayectoria política del democratacristiano al frente del gobierno italiano fue profética y clarividente en ese aspecto, además, de mantener vínculo de unión entre la mafia, la política y la Santa Sede (Banco Ambrosiano, Logia P2, Gladio, etcétera).
Al igual que la época italiana de referencia, dicho con amargura, la población civil española cada día que pasa abre brecha con la clase política derivado del rumbo de confusionismo e inestabilidad que casi todo lo embadurna. Esta convulsión transitoria (esperemos) es un modelo de política fallido que camina hacia un estrangulamiento del sistema de virtuosidad democrática ya que, a mi entender, el problema puede transcender y convertirse técnicamente escabroso para la gobernabilidad del país.
En política, como en todo, nada es inalterable, todo cambia y no siempre de manera racional y en conformidad armoniosa, pero esa inalterabilidad cobra más irracionalidad cuando los políticos se desmienten a sí mismos y hacen del insulto norma bajo el cobijo de la moral en la que limpiar sus conciencias.
El problema de fondo es que en todo este avispero de ineptitud democrática no se vislumbra arrepentimiento sincero por todas y cada una de las inexactitudes y bulos que vierten. (cierto que unos más que otros). Diferenciación aparte, a la ciudadanía nos escuece el alma ver como la clase política, a pesar de nuestro voto, es gente desmerecedora e impropia del sistema parlamentario representativo. Políticos que nunca tienen ningún reproche que hacerse. De ahí que cada vez sean más descreídos por su negacionismo al arrepentimiento y también por su atrevimiento deslenguado como excusa a la falta de alternativas. Sin arrepentimiento no hacen más que sellar de manera férrea sus labios para callarse sin dar respuesta ni solución al ciudadano.
Actúan como si no tuviesen necesidad de arrepentirse. Como gente tocada de divinidad exenta de reproche que hacerse al concebir el arrepentimiento como un acto gris y vejatorio. Consideran que el arrepentimiento en política presupone reconocer la existencia de un fraude a la ciudadanía sin que esta sea merecedora de ello. Se obstinan en aplicar el término de descabello taurino acallando los problemas de la gente para gloria de Giulio Andreotti.
Solo los necios se resisten a arrepentirse, aunque en ello les vaya la vida política y ganarse la confianza de los votantes para que no se arrepientan de haberlos votado.
La última derivada aplicable al descabello taurino proviene de la decisión de la multinacional del acero en sus plantas siderúrgicas asturianas en cuanto a paralizar las inversiones en DRI. La puntilla se cierne suspendida sobre el cogote de la industria y del empleo en el Principado. ¡Habrá arrepentimientos! Y, si los hay, de donde partirá el primero.
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