Opinión | Palabras con silencios

El Año Jubilar tiene raíz social

La matriz de lo que debe ser un Año Jubilar u Años Santo lo encontramos descrito y razonado en la Biblia, que es el libro de le vida. El Levítico nos lo pinta como la proclamación, cada 50 años, de una “amnistía general” por la que todos podían recuperar su posición original: se cancelaban las deudas, se restituían las tierras y se recuperaba la libertad. El que se había empobrecido volvía a tener lo necesario para vivir, quien se había enriquecido devolvía parte a los pobres y los que habían sido convertidos en siervos o esclavos recuperaban la libertad. La finalidad era mantener la igualdad y la solidaridad como bases insustituibles para combatir la pobreza y lograr una justa distribución de la riqueza que posibilitara la vida pacífica y próspera del pueblo.

Olvidados estos jubileos en el tiempo, los recuperará con gran éxito siglos después el papa Bonifacio VIII en el año 1300 para festejar los catorce siglos del nacimiento de Jesucristo. Desde entonces adquirieron periodicidad, primero cada 50 años, como ordenaba el Levítico y poco después cada 25, dada la afluencia de peregrinos que acudían a Roma a “lucrar la indulgencia plenaria” que perdonaba todos los pecados y afianzaba en la esperanza de la salvación. La dimensión social estaba en la penitencia que consistía en una obra significativa de caridad. En la actualidad, hay católicos que critican estos años santos jubilares por la historia de las indulgencias con la crítica de Lutero y por venir muy envueltos y aderezados en propaganda turística.

Este 2025, es Año Jubilar. El lema es “Testigos de la Esperanza”. La razón es la sensación de que respiramos un ambiente de incertidumbre, desasosiego y hasta pesimista sobre el futuro que se cierne sobre nosotros. Los mandatarios y gobernantes actuales no nos ofrecen muchas garantías. No son capaces de afrontar los graves problemas de la humanidad. Reina la apatía, pasotismo y desinterés en la ciudadanía. Por eso, la llamada a la esperanza que surge también de la decepción de que los problemas no se pueden desdejar y hay que tomar cartas en su solución, porque es posible hacer “algo más”. El papa en la Bula de convocatoria del Jubileo señala donde poder hacer “algo más”: en la paz, hoy sumergidos en la guerra; en el deseo de transmitir y generar la vida; en la condonación de la deuda de los países pobres; en la recuperación de los presos; en los sueños rotos de los jóvenes; en la acogida de los migrantes, en el consuelo a los enfermos; en la valoración de la sabiduría de los abuelos; en la caridad con los pobres… ¡Un año así vale la pena! Hasta puede lograr una sociedad jubilar y una Iglesia santamente humana. 

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