Opinión | Añoralgias

Robin Hood compró en Viesques

Un préstamo hipotecario de cinco millones y medio de pesetas con la Caja de Ahorros de Asturias, para pagar un pisín en Viesques (apartamento entonces era solo el de Billy Wilder), te lo concedían en 1988 al 16 por ciento de interés. Firmaste entonces más letras que sillones tiene la RAE, contando mayúsculas y minúsculas. Cada final de mes acudía al rescate Santa Nómina bendita, patrona de los currantes, como la Caballería socorría a los de Fort Bravo al toque de corneta, llegando al galope cuando tu cuenta corriente fluctuaba entre cero y negativo.

Quiso la fortuna que entre el vecindario encadenado a aquella hipoteca de la Caja (Francisco Ibáñez nos habría dibujado con bola y grilletes de presidiario) figurara uno de esos abogados sagaces, armados de método y paciencia para ir al Juzgado y volver meses después con una sentencia favorable, sonrojante para directivos (a dedo) de una entidad bancaria por entonces de titularidad pública: el juez zanjaba que succionar un 16 por ciento por la amortización de un crédito, ya fuera el banco público, privado, mixto o el de Mary Poppins, era cobrar intereses de usura. Así te vino de vuelta un buen pellizco como deudor abusado, merced al Robin Hood de la urbanización.

Cuando a principios de los 90 del pasado siglo estabas tieso como una escoba y vivías al día, te zambulliste en el proceloso mar de la financiación bancaria, cerrando los ojos y haciendo pinza con los dedos en la nariz. Las economías domésticas desahogadas disfrutaban entonces del precio del dinero por las nubes, con imposiciones a plazo fijo al 8 por ciento de interés anual. Ahora que cuarenta años de Santa Nómina y unas transmisiones patrimoniales después de impuestos te procuraron un dinero, tu banco amigo o cualquiera de los demás no te dan ni calderilla por dejarles mangonear con tus ahorros. Rememoras estrecheces de juventud al leer hoy los balances de cuentas del sector financiero español (de las eléctricas hablamos otro día) con récord sostenido de beneficios e ingresos disparados por intereses y comisiones. La presidenta del banco más grande y el consejero delegado del de mayor rentabilidad por cliente presentan muy ufanos sus cifras de resultados y luego la emprenden contra el impuesto a la banca, que les suena a infierno fiscal.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents