Opinión

Una ciudad en obras

El nuevo año trae de la mano un importante número de obras que se suman a varios proyectos que arrancaron al final del pasado curso. De la renaturalización del río Piles a la ampliación del Parque Científico y Tecnológico en la avenida de la Pecuaria pasando por actuaciones más modestas como los carriles bici de la calle Rodríguez San Pedro y El Molinón o la recuperación de las baterías y casamatas del cerro de Santa Catalina en Cimavilla y el cabo San Lorenzo en La Providencia. Vallas, escombros, obreros y máquinas que demuestran que Gijón es una ciudad activa y en transformación, pero que también despiertan algún recelo por las incomodidades que acarrea en el día a día de los gijoneses.

Resulta primordial que cada obra que empiece en las próximas semanas (y las que están en marcha o cerca de finalizar) cumplan con el calendario previsto o, al menos, que no se eternice en su desarrollo porque por muy buena que sea la previsión nadie está exento de encontrar imprevistos. Lo que no se puede repetir son negligencias como las que sufrieron los vecinos de las calles Calderón de la Barca o Pablo Iglesias en un tiempo no tan lejano y que acarrearon muchos problemas a los ciudadanos hasta que se solventaron este mandato. O el caso de la Ecomanzana de La Calzada, que hasta lograr la satisfacción vecinal que ahora se respira en el barrio se estuvo cerca de perder la millonada europea por los retrasos sistemáticos de la primera concesionaria si no se llega a readjudicar la obra a otra empresa en abril del pasado año.

Esa necesidad de ser rigurosos en los plazos también debe verse reflejada en la operativa que rodea a toda obra. Primero fueron los vecinos de Cimavilla, a través de la asociación "Gigia", quienes alzaron la voz, y más recientemente los de La Guía, por las incomodidades que provocaban en el día a día los trabajos para el anillo del barrio alto y el colector del Peñafrancia, respectivamente. Acompasar las labores con el día a día es primordial: desde las líneas de autobús que ven variado su recorrido hasta el paso peatonal para los residentes. Del mismo modo, los vecinos afectados deben ser pacientes toda vez que las obras redundan en la mejora de cada barrio y parroquia. Quejarse de que no se hace nada y al mismo tiempo de que las obras que se están haciendo molestan no conduce a nada bueno para nadie.

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