Opinión | Palabras con silencios

Por fin, ministras en la Iglesia

Sobre el nombramiento de la religiosa comboniana Simona Brambilla

El nombramiento de la religiosa comboniana Simona Brambilla como prefecta ("poner al frente") del Dicasterio para la Vida Religiosa y las sociedades de Vida Apostólica el día 6 de enero, lo han considerado las religiosas y las mujeres como un gran regalo de Reyes. Sin prisa, pero sin pausa, va haciendo avanzar el Papa Francisco la igualdad del hombre y la mujer en la misión de la iglesia, reforzada por una mayor consideración del sacramento del bautismo que nos da a todos la misma dignidad. Es la primera mujer que asume responsabilidades de gobierno en la Iglesia que, bajo el papa, está distribuido en quince dicasterios (palabra griega) o congregaciones, equivalentes a los ministerios de las naciones. Lo singular y sorprendente es que no es cardenal, (¿habrá mujeres cardenales o algo similar?) sino que va a tener como colaborador inmediato al cardenal asturiano Angel Artime con el cargo de "proprefecto". Los dos reciben la responsabilidad de dirigir al número más importante –pasan de un millón- de evangelizadores consagrados por los votos –temporales o perpetuos- y que están presentes en todos los estamentos y realidades del mundo desde la Universidades a los rincones misioneros más lejanos. La Vida Religiosa, como todo en el mundo, hasta la ONU, en el complejo momento actual, atraviesa una crisis de adaptación y renovación de la forma misionera y samaritana de anunciar el Evangelio. Los dos, la religiosa y el cardenal salesiano, tienen experiencia sobrada para la encomienda.

Además de la novedad de la mujer en el más alto nivel de gobierno de la Iglesia, este nombramiento trae consigo otras consecuencias de calado. La primera la de la "desmasculinización" (palabra acuñada por Francisco experto en estas lides) o vigencia de lo masculino y carencia del genio femenino en la Iglesia. Fue en una reunión de la Comisión Teológica Internacional cuando denunció la "masculinización" al ver que todos los integrantes eran varones y solamente había allí una teóloga mujer. Sostiene que los dos sexos tienen características propias que se enriquecen mutuamente y que muchas de las prevalencias del varón se deben a que han sido ellos los que han elaborado la Teología y el derecho Canónico. Otra consecuencia no menor es que se separa el ejercicio del poder del ministerio ordenado. Antes, el ser propuesto como prefecto o secretario de un dicasterio llevaba consigo la ordenación episcopal; con el nombramiento de Sor Simona la norma ha quedado abolida. Lo que hace 25 años parecía impensable, incluso de derecho divino, hoy es posible. Estamos en los albores de la reforma emprendida. Ahora ya contando con el genio femenino.

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