Opinión | Palabras con silencios
Nicea en el jubileo
Los ya octogenarios recordarán a Nicea en la lista de los 20 concilios ecuménicos que, en la escuela y con la Enciclopedia Alvarez, (ahora con el Vaticano II son 21) había que aprender de memoria, como los 12 hijos de Jacob, los 12 apóstoles… Venían en la sección de la Historia Sagrada. A la juventud ni les sonará porque no tiene equipo famoso de futbol ni festival musical y ahora la historia se trasmuta en relato. Hoy es una bella ciudad turística cercana a Estambul y su nombre Iznik.
El papa Francisco nos recuerda la antigua Nicea, porque hace ahora 1.700 años se celebró allí, el 20 de mayo del 325, durante un mes, el primer concilio ecuménico (universal) en el que se trató una cuestión trascendental sobre la divinidad de Jesús que negaba un sacerdote predicador de Alejandría, Arrio, que tuvo mucho éxito en la expansión de su doctrina porque el hereje manejaba ya entonces los métodos de propaganda con musiquillas, cantinelas y slogans populares.
La controversia doctrinal sobre la persona de Jesús tomó tal envergadura y enconamiento que puso en peligro la misma paz del imperio que acaba de lograr Constantino después de vencer a Licinio. Los cristianos sumaban ya 30 millones que presidían unos mil obispos. Fue el obispo español Osio de Córdoba, a quien el emperador tenía como estrecho consejero, el que le sugirió la convocatoria del concilio. Así lo hizo, ofreciendo su palacio de Nicea por ser los orientales los más afectados y numerosos de los 300 asistentes, pagando viajes y gastos y pronunciando el discurso inaugural con una llamada a la paz y al entendimiento, lo que celebró ofreciéndoles con banquete final y asumiendo la difusión de la verdadera doctrina y los 20 cánones disciplinares. Constantino incorporó la ética cristiana humanizando sus leyes. Hay que decir que durante el mes les dejó totalmente libres para debatieran las cuestiones doctrinales y disciplinares.
Del Concilio salió el "Credo Niceno" que proclamamos en las misas, donde figura la cuestión del "homoousion", reconociendo la divinidad de Jesucristo ("engendrado, no creado, de la misma naturaleza que el Padre"), fórmula que propuso el cordobés Osio que lo presidió. Se fijó la fecha de la Pascua en el plenilunio de primavera y el domingo como festivo en el imperio; incluso se dispuso la asistencia a la misa de pie, para significar la resurrección.
Francisco vio en el aniversario secular de este primer concilio ecuménico la posibilidad de dar un paso más en la unión de los cristianos y alcanzar un acuerdo con los orientales en la celebración de la Pascua, que siguen el calendario juliano; causalmente este año coincide. Y es, además, un estímulo para lograr la "iglesia sinodal" que pretende.
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