Opinión | Una joya del patrimonio público asturiano
Una noche de enero
La Fortuna Balnearia, un pequeño altar encargado en el siglo I por Tito Pompeyo Peregriniano, descubierto a comienzos de 1820 en el actual poblado de Santa Bárbara y que hace cinco años estuvo a punto de salir a subasta pública
Iniciado el 2020, a quien esto escribe un reto le rondaba la cabeza: ¿cómo celebrar el bicentenario del descubrimiento de la Fortuna Balnearia? El problema esencial que el asunto planteaba era que este monolito romano, realizado hace unos dos milenios, era propiedad privada y la coyuntura existente no parecía hacer muy viable su exhibición. Algo alternativo había que idear pero, ni por lo más remoto, cabía suponer entonces que cinco años después la obra estaría expuesta en un museo gijonés siendo parte del patrimonio público de Asturias.
Este pequeño altar fue fruto del encargo que Tito Pompeyo Peregriniano hizo en el siglo I de nuestra era para honrar a la diosa Fortuna Balnear o Balnearia, buscando su intercesión en favor de la favorable salud de su familia gracias a la bondad de las aguas existentes en Tremañes. De pequeñas dimensiones, apenas un metro de altura, este monolito de piedra arenisca cuenta con la peculiaridad de haberse localizado en buen estado, haber mantenido su integridad a lo largo de los dos últimos siglos y constituir un testimonio epigráfico de especial interés para documentar la romanización del territorio gijonés y la vida cotidiana de sus habitantes.
La Fortuna Balnearia fue descubierta fortuitamente a comienzos de 1820 en las proximidades del actual poblado de Santa Bárbara. Muy probablemente las aguas, entonces salutíferas, eran las del actual manantial de El Mortero o La Motera -ambos nombres se solapan-. El hallazgo se produjo durante el desmantelamiento de una antigua construcción –todo apunta a los restos de los baños de una villa romana– y, por suerte, hasta aquel desguace arquitectónico acudió varias veces a curiosear José Jove Huergo. Producido el hallazgo, la adquirió al propietario de los terrenos y contribuyó así a su salvaguarda. Esto, al menos, es lo que se recoge en el "Diario de avisos de Madrid" en el anuncio publicado en el verano de 1826 por Jove Huergo dando cuenta de las características de esta pieza, incluyendo la pequeña reseña de su descubrimiento, a quien estuviese interesado en adquirirla.
Posteriormente la Fortuna Balnearia pasó a ser propiedad de la familia de Petra Calderón Fernández, suegra de Justo del Castillo y Quintana, quien la hizo instalar en el portal de su vivienda de la calle Corrida pasando, ya en el siglo XX, a colocarse en la farmacia de la familia. Entre uno y otro emplazamiento, el ara estuvo expuesta en esa ubicación más de una centuria y dejó de tener esa localización hacia 1990 debido a las obras de remodelación del edificio que la acogió durante tan largo tiempo. Desde la celebración de la exposición Astures en 1995 no había vuelto a ser vista en público.
Volviendo a los inicios de 2020, a última hora de una tarde de aquella cuesta de enero en la que retumbaba ya en los medios la amenaza de una pandemia en ciernes, llegó un aviso totalmente inesperado: la subasta de la Fortuna Balnearia estaba prevista en Madrid a quince días vista. Lo más relevante era que cabía entender que con tal fin la pieza estaría allí presente cuando, legalmente, no podría salir de Asturias ni ponerse a la venta sin contar con el conocimiento y la autorización del Principado al encontrarse incluida en el Inventario del Patrimonio Cultural de Asturias.
Si bien la fuente que aportaba la información era plenamente solvente y buena conocedora del contexto, no había más dato al que agarrarse.
Pasado el primer momento de estupor cabía establecer tres hipótesis: podía subastarse una réplica, podía tratarse del ara auténtica o bien podía ser una broma pesada. En esto último existía un antecedente notorio: la jugarreta montada a comienzos de este siglo relativa a la supuesta localización de la desaparecida colección de bocetos de Jovellanos en un nicho del cementerio de El Sucu.
En todo caso, ante el riesgo de que realmente el procedimiento de subasta estuviese en marcha, no tocó otra que ponerse a buscar respuesta en Internet.
Atando cabos, consultado las páginas web de casas de subastas madrileñas -ninguna referencia existía relativa a subastas de bienes arqueológicos-, ya entrada la madrugada del 23 de enero apareció en pantalla el catálogo de la Casa Segre con la Fortuna en portada, algo llamativo teniendo en cuenta que el mismo recogía casi en su totalidad piezas vinculadas a las artes decorativas. En todo caso, por la magnitud del catálogo digital localizado y la información contenida en él, la broma podía descartarse. Los 90.000 euros del precio de salida era un dato que también permitía descartar la opción de la réplica.
A unas horas en las que era inviable contactar con nadie sólo quedaba intentar echar una cabezada, con bastante poco éxito, y esperar.
A muy primera hora de aquel jueves tocó comenzar a remitir la información a las autoridades autonómicas y municipales competentes en la materia y, en poco tiempo, se confirmó que no había noticia administrativa de que fuese a venderse la Fortuna y menos aún que estuviese fuera de Asturias con tal fin.
Atendiendo al cumplimiento de la ley del Patrimonio Histórico Asturiano, la administración del Principado y el Ayuntamiento de Gijón ponían en marcha el procedimiento para reconducir la situación, con una eficaz y cabal intervención de la Consejería de Cultura.
Luego vendrían las múltiples noticias de prensa, la pandemia, el proceso de declaración de Bien de Interés Cultural del ara en 2021, las negociaciones con la propiedad, su adquisición por parte del Principado tras aceptarse el importe de la tasación –35.000 euros– realizada por el Ministerio de Cultura en 2023, su vuelta a Asturias, su limpieza y, finalmente, su depósito en el museo municipal de las termas del Campo Valdés en 2024.
Aquella inquietante noche de enero de hace un lustro fue el inicio del viaje de vuelta a casa de la Fortuna Balnearia y de una nueva etapa de su historia. No hay hoy mejor manera de celebrar el 200 + 5 aniversario del descubrimiento de la Fortuna Balnearia que su propiedad pública y su presencia bajo el subsuelo del Campo Valdés, así como la celebración a comienzos del próximo mes de febrero de las "Jornadas sobre la Fortuna Balnearia y la Epigrafía Romana en Gijón y Asturias" para su mejor conocimiento.
Aunque no sabemos si hace dos milenios esta deidad hizo que la vida le fuese propicia a aquella familia de Tremañes, ojalá en nuestro presente sea un buen talismán que nos impulse hacia un mejor futuro.
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