Opinión

Identidad material

El otro día coincidí con un amigo de los de toda la vida. Una de esas personas que forman parte, a pesar del paso de los años y la distancia física que el devenir de nuestras vidas ha generado, de tu vida.

Mi amigo siempre ha estado muy próximo a las esferas políticas. Es una persona inquieta, que se compromete con aquellas cosas en las que cree. Ama nuestro país, y a pesar de llevar muchos años fuera de él, nunca ha permitido que esa pasión se vea mermada. Con él y nuestro grupo de nacidos en el 81 debatimos, compartimos, discrepamos y disfrutamos, dos o tres veces al año, de encuentros en torno a alguna mesa de nuestra ciudad. Su nueva aventura roza lo utópico en el panorama político de nuestro país.

Pero no quería hablar de su nuevo proyecto. En un café que tomamos la semana pasada empezamos a hablar de cuestiones identitarias y cuestiones materiales. Nuestra disertación trataba de encontrar el quid de la cuestión. ¿Qué es más relevante en una política, garantizar derechos identitarios o derechos materiales? Es una dicotomía interesante que algunos investigadores sociales llevan ya un tiempo abordando. Y como buenos seres humanos que somos, tratamos de establecer un enfoque vencedor y otro vencido.

El problema de este asunto radica en considerar que deben ser excluyentes. O en priorizar unos, debilitando otros. Es probable que gran parte de la crispación generalizada, del atrincheramiento perpetuo en el que muchos opinadores públicos y de bar se sitúan, venga motivada por esa selección excluyente entre unos derechos y otros.

No cabe duda de que los derechos materiales son básicos para tener un proyecto de vida digno y próspero: empleo, salud, educación, patrimonio, renta… Con ellos, no garantizamos al 100 % los derechos identitarios, pero me aventuro a asegurar que son más fáciles de garantizar.

De la misma forma, un reconocimiento y protección del hecho identitario que toda persona, comunidad o colectivo tiene, es una de las grandes evoluciones que nuestra especie ha tenido en las últimas décadas (quizás he sido muy positivo: lustros es más acorde). Pero por muchas leyes y protecciones que existan, sin acceso a los derechos materiales, de poco o nada sirven.

Este deshojar la margarita entre un camino u otro es un claro error en el que las distintas fuerzas políticas están entrando. Obviar la necesidad material y la diversidad identitaria en un mundo tan global y complejo, no hace más que generar desigualdades, frustraciones y crispación.

Quizás nuestras derechas e izquierdas tengan que empezar a sentarse en mesas donde se hable de estas cosas. Quizás deban compartir cafés y viandas para dejar atrás el postureo mediático y empezar a abordar la realidad. Para empezar a crear políticas con enfoque de derechos.

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