Opinión | Añoralgias

La maqueta y la piqueta

Se cuenta que a Paz Felgueroso la deprime la deriva del balneario de talasoterapia, proyecto estelar del Gijón de excelencia turística que promovió desde la Alcaldía. Talasoponiente nació en 2008 evocando la villa balnearia de finales del XIX y cogiendo a principios del XXI una ola de ocio saludable y turismo del bienestar. Al cabo de tres años de obras y 24 millones de euros (unos 9 del inefable sobrecoste), la Sociedad Regional de Promoción y tres constructoras tomaron las riendas de la gestión, cuando otra burbuja menos saludable que el agua marina, la inmobiliaria, se disponía a reventar. Son 16 años de auge y decadencia entre errores de diseño y costes de mantenimiento desbocados, reformas infructuosas, hostelería fallida, un incendio en 2015 y una pandemia en el 20.

Talasoponiente nació en suelo ganado al Cantábrico tras un giro de guion que renunciaba al emplazamiento previsto en una Ería del Piles con sus salas de baile cerrando y suelo privado sin desarrollar. No tenía el Ayuntamiento los terrenos, pero sí una maqueta de belleza vanguardista con forma y nombre de salamandra, ganadora del concurso internacional de proyectos que la Alcaldía convocó en 2002 para acomodar el ansiado balneario, un hotel y de paso un casino en San Lorenzo, frente al Tostaderu. El gobierno municipal justificaría el abandono de la iniciativa en tan lustroso enclave con un lacónico "no se dan las condiciones apropiadas". Lo que se dio fue una sorda pero acalorada disputa entre la Alcaldesa y su predecesor Tini Areces, entonces al frente de la administración regional, que tenía otros planes para adjudicar el Casino de Asturias. Eran días de ladrillo y rosas, con mayorías absolutas y la oposición en la inopia.

Presupuestada en 14 millones de euros, la Salamandra se le escurrió a Gijón entre los dedos para reaparecer años después en Nueva York, formando parte de una exposición sobre arquitectura española en el Museo de Arte Moderno, donde se quedó la maqueta a vivir. Transcurridas dos décadas, frente al Tostaderu hay una valla de obra sin obra. Entró ahora la piqueta a derribar viejos tendejones y, como en el estrambote cervantino, fuese y no hubo nada.

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