Opinión

Cuantayá

Es maravilloso recorrer nuestra ciudad. Descubrir en sus barrios, a poco que afinamos la vista, pequeñas islas de esperanza. Utopías hechas realidad gracias al esfuerzo de algunas personas que creyeron posible hacer cosas para llenar de color la realidad que nos rodea. Un regalo que no se queda en la palabra. Un regalo que se materializa en espacios, proyectos, actividades que llenan de ilusión a adolescentes, jóvenes, familias o personas mayores.

Si han paseado por los alrededores de la calle Dolores, seguro que se han sorprendido: muros llenos de colores; una mariposa que te abraza para mostrar a quien se preste que nadie puede cortarnos las alas para soñar; o un Solarín que se descubre al barrio para convertirse en punto de encuentro.

Desde hace casi 18 años, el barrio de Contrueces ha sido testigo del brotar de una asociación que con humildad, perseverancia y cariño ha ido tejiendo una red donde todo aquel que quiere participar tiene la puerta abierta. La asociación Cuantayá.

No en vano, durante muchos años, ese equipo de voluntariado que da vida a la entidad ha realizado campañas, captaciones, colaboraciones para ir generando ese patrimonio intangible que son los espacios de relación, de convivencia, de encuentro… Recuerdo con especial cariño los ojos llenos de emoción que tenían el día que inauguraban su centro comunitario.

Nadie les ha regalado nada. Han asumido riesgos para permitir que otras personas tuvieran oportunidades. Han invertido horas, días y años de sus vidas, para poner en pie lo que hoy es un referente comunitario de nuestra ciudad. Sí, un referente comunitario.

La Asociación Cuantayá es uno de estos milagros que nos regala nuestra agitada realidad. Y créanme, cada vez es más difícil descubrir cocciones labradas a fuego lento que van cuidando e impregnando su realidad de sabores que enamoran a todos aquellos que la disfrutan. Eso representa el camino que lleva recorrido Cuantayá. Un camino que sólo son capaces de recorrer quienes saben lo que significa la palabra compromiso, solidaridad o comunidad.

Me encanta cómo somos capaces de loar a quienes crean grandes empresas o acumulan riqueza. Merecidas palabras, por supuesto. Pero estaría bien ajustar nuestras dioptrías y reconocer que más allá del beneficio económico que algunos son capaces de conseguir, ocurren cosas increíbles que contribuyen notablemente a hacer de la vida un lugar mejor. Iniciativas que no son de nadie, que son de las personas que suman para multiplicar oportunidades allá donde no existen.

A las puertas de la mayoría de edad, no concibo la zona Sur de Gijón sin pensar en Cuantayá. Solo espero que, al pasar por la calle Dolores, sientan el mismo orgullo que yo. Gracias, Cuantayá, por recordarnos que, en nuestra villa marinera, la esperanza sigue brotando y llenando de color nuestras calles.

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