Opinión

Oricios y manda gónadas

La precesión del consumidor

Goza Gijón estos días de una exposición llamada "La mar de oricios" en ese plano equinoccial, perpendicular, del paseo Begoña a la alicatada pérgola "Los Patos" original de Arturo Truan, con la monumental fachada de San Lorenzo. Se agradecen guiños a la etnografía que forjan identidades, escenas irrepetibles de ahí la precesión.

Llamamos precesión, lo típico, que te pongan un oriciu abierto encima de los demás luciendo gónadas lustrosas, que no equivale a que todos las tengan.

Los fotogramas de Begoña lucen nostálgicos, expositores de hierro relatando marisqueos de pedreru, cuadro de Álvarez Sala, o la rula y aquellas mudanzas del oriciu gallego aquí a palaes delante la pescadería municipal.

De aquella, el kilo a veinticinco pesetes, hoy el equinodermo sal a cuatro mil la broma, en euros veinticinco. No es de extrañar que escapen hacia la libra esterlina que está más frío.

Al grito de las entrañables pescaderas: ¡Hala, hay sardines, hala, hay bocartes!, tenían su base en la plaza abastos. En los barrios también se anunciaban los oricios de Luarca, damos fe que así gritaban al alto la lleva.

A ver quién se anima a hacer un homenaje a les entrañables pescaderas, que hasta en pueblos de interior las tienen en bronce perenne.

Con el "bicheru" y hasta ganchu la lumbre se iba a la pesca’l oriciu; de cuando en cuando hasta el pulpo caía. Hoy los cefalópodos, como el Brexit, escaparon de nuestras costas hacia las islas británicas, marchan con todo.

Esto en cuanto a la parte narrativa y hasta nostálgica, pues desde el litoral gijonés cuesta encontrar comunidades de estos equinodermos.

A diferencia de unas décadas atrás, los oricios nobeles se siembran desde el año 2016 vedada su extracción, la idea es conseguir su reproducción dejando en barbecho tanto esquilmo y pidiendo auxilio a los mariscadores gallegos, de momento, pues hay voces que estas huevaras se exportan hacia la insaciable Asia dejándonos aquí con ganas de gónadas, como está el precio.

Dos años consecutivos de ahorrar y degustar un kilo oricios en su equinoccio o esplendor se ha repite la susodicha precesión, o sea, abres la docena de oricios de a cuatro mil pesetas y pasa lo del rosco navidad, si tienes suerte te toca la figurita o los cinco "gajos" rosados frente al montón de "fabes", pues da la sensación, abierta la veda’l oriciu asturiano, que exportamos las mejores huevas a otros lares y bares, quedando los que compran a pie y bolsa de veinte céntimos con los peores oricios, esa es la precesión.

Manda tú a Japón un oriciu sin huevas a ver si vuelves a exportar.

¡Manda gónadas!, gritamos al abrir uno a uno a dos euros unidad.

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