Democracia o religión Trump

"Democracia en Estados Unidos" es el libro escrito en 1835 por el pensador francés Alexis de Tocqueville y uno de los más leídos en la patria de Lincoln como referente constitucional de las libertades cívicas ciudadanas y sobre el que se asientan las democracias de los países más adelantados del mundo libre.

Sin embargo, a la democracia de EE UU le ha salido un forúnculo como infección cutánea en la persona de Donald Trump. Un personaje tan poderoso, como temeroso y tramposo, que con su manera desafiante de actuar pone en entredicho la virtud, tolerancia y concordia que reafirman la carta magna de EE UU. Lo hace sabedor de lo que interesa a él y al círculo de mega magnates de las tecnologías es tener vía libre para ocupar la sala de máquinas del poder político mundial a base de desarrollar estrategias geopolíticas con ambición anexionista.

Cierto que su llegada a la Casa Blanca obedece a la confianza mayoritaria expresada en las urnas, pero el sistema democrático también reúne peculiaridades de signo contrario, no es infalible. La democracia tiene el reconocimiento de ser el mejor sistema de los posibles a los que puede aspirar un gobierno. La democracia como concepto de representación ciudadana directa es imperfecta en sí misma, puesto que, su perfeccionamiento tiende a ser un edificio en continuo crecimiento, sin techo límite. De ahí, su grandeza y garantía.

La población americana a elegido a Trump por sufragio universal, pero cualquier elegido por el mismo sistema, sea Trump, Putin, Orbán, Meloni, Miley, etc., también pueden prostituir la democracia si usan el apoyo mayoritario de los ciudadanos como arma represora y cruel contra las minorías, contra las etnias raciales y contra los derechos sociales. Es inquietante ver como miles de personas que votaron a Trump caen víctimas de su propia decisión al ser perseguidas y deportadas fuera de EE UU y, asimismo, enterarse que cientos de miles de funcionarios vayan al paro de un día para otro. Este escenario de efectos irreparables consagra a Trump como un tornado del que nadie queda libre. Ni siquiera los que lo votaron.

Elegido como mediador espiritual entre el cielo y la tierra extiende la religión hacia los humanos para que en esa transación de lo subliminal hinquen la rodilla y cedan a su doctrina negacionista de todo raciocinio y ciencia. La ciencia cuando se niega se corrompe con facilidad si dejamos que se estanque. Por tanto, la ciencia debe ser una herramienta pensada para avanzar (al igual que la democracia) y no para que quede estancada como pretende Trump y quienes le secundan contrariados por la verdad científica.

En esa espiral -religión de la mentira y del miedo- Trump se permite entrar en la vida de las personas. Se mete en nuestra casa sin permiso alterando nuestro hábito a través de la guerra comercial arancelaria que ha puesto en marcha y qué, según un solvente estudio económico, Asturias, a consecuencia del impacto proteccionista de este peligroso juego se resentiría en torno a unos 200 millones de euros.

"Seremos sus dueños": la Riveira de Oriente Medio podría ser maravilloso. Esta manifestación la hace ante el mandatario israelí que está realizando un genocidio en Gaza con el que intenta legitimar la muerte de más de 47.000 personas palestinas. No hay adjetivos suficientes para describir semejante declaración. Solo hay un hecho real, el empleado por Amnistía Internacional: es ilegal. Ilegal porque si se cometiera la deportación forzada de dos millones de personas fuera de un territorio ocupado a otros países vecinos sería un crimen de guerra. Reconstruir sobre muertes, ceniza y escombros de Gaza un emporio financiero como lugar floreciente para el turismo, como mínimo es ruin y mezquino. La UE y la comunidad internacional no pueden guardar silencio ante tanta barbarie.

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