Opinión

Ceniza

Los nordestes de cuaresma, esos que cortan de frío al pasear por el Muro, han llegado ya en pleno carnaval. Y con el miércoles de ceniza entramos de lleno en una nueva Cuaresma. Fecha que me trae siempre recuerdos de la época colegial, en los jesuitas de la Inmaculada. En ese día todas las clases pasábamos por la capilla para la correspondiente misa e imposición de la ceniza.

Este rito ancestral, que es una llamada a tomar conciencia de nuestra fragilidad humana, viene a ser, en lo litúrgico, lo que el "memento mori" en los cuadros de Valdés Leal. Cuando aún se usaba habitualmente el latín en la liturgia católica resonaba con solemnidad el recordatorio que acompañaba al rito: "memento, homo, quia pulvis es, et in pulverem reverteris" (recuerda que polvo eres, y en polvo te convertirás). Hoy la mayoría de los sacerdotes, contagiados también del bienquedismo políticamente correcto, suelen optar por la fórmula más suavizada de "conviértete y cree en el Evangelio", que bien mirada lo mismo podría servir para el miércoles de ceniza que para la festividad de Santa Apolonia de Alejandría.

La tradición marca que la ceniza a utilizar provenga de la combustión de las palmas y ramos usados en el último domingo de ramos. También los templos gijoneses acogerán hoy esta ceremonia cargada de simbolismo, mientras las cofradías y hermandades locales se afanan ya en un ir y venir de preparativos, encarando con ilusión la cuenta atrás para otra Semana Santa.

En este caso, además, es en esta primera semana de la cuarentena penitencial cuando tocará renovar unas de las prácticas más tradicionales de la cuaresma gijonesa. La multitudinaria visita, el primer mes de marzo, al Cristo de Medinaceli o Redentor de Cautivos, en su capilla de la Soledad. Allí se acercarán, otro año más, las colas de devotos para rezar ante la réplica de la imagen original, venerada en Madrid en el santuario localizado en terrenos que fueran del duque de Medinaceli, del que la imagen tomó su nombre popular. Redentor sí, principal y mayormente, del cautiverio de la muerte. Porque el miércoles de ceniza no es un cumplimiento para "cenizos" que se regodean en lo pasajero de nuestra vida terrena. Es más bien una llamada a encender las luces largas, para poder avistar dónde está la plenitud de nuestra existencia, más allá de este valle de lágrimas. Lo expresó con palabras más excelsas el genial Francisco de Quevedo: "serán ceniza, mas tendrá sentido;/polvo serán, mas polvo enamorado".

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