Opinión | Palabras con silencios

¿Para quién soy yo?

Puede resultar extraña esta pregunta. No estamos en una cultura de preguntas sino de sensaciones y emociones. Es posible que alguna vez nos podamos plantear, provocado por alguna circunstancia especial el cuestionarnos: ¿Quién soy yo? Pero es afirmación extendida de pensadores y filósofos el que atravesamos una grave crisis antropológica de comprensión de los que somos. Está teniendo consecuencias. Sin sentido, sin orientación, sin brújula, es difícil vivir sicológicamente equilibrado, incluso enfrentar los avatares ineludibles que nos encontramos en el camino de la vida.

¿Para quién soy? es un planteamiento novedoso. Tiene relación con la compresión de la persona como "ser en relación" que, aunque acertada definición moderna de la sicología, la encontramos ya en Sto. Tomás de Aquino al afirmar que "persona es una relación subsistente", lo que tiene como consecuencia que necesitamos de los demás para desarrollarnos y ser felices.

"Para quién soy? tiene relación con la vocación, dimensión personal hoy en crisis, no solo en la institución eclesial ("no hay vocaciones en la Iglesia") sino que afecta a todos los ámbitos familiar, profesional, social y político de manera cada vez más preocupante. ¿Quedan políticos con vocación? Aumentan los autócratas, se resquebrajan las democracias. Hay jóvenes que al optar por el matrimonio no desean tener hijos, renuncian a la vocación innata de ser padre, al elegir trabajo lo hacen o son obligados por distintos motivos a su vocación y cualidades.

El próximo día 19 es el día de San José, el día del padre con el peligro que los alicientes comerciales disminuyan los afectivos. Y es el día del Seminario. La fiesta tiene un lamento. ¡Escasean las vocaciones! En Asturias son bastantes los que tienen que atender a doce y más parroquias y en zonas de la España vaciada" Anuncian un pequeño repunte.

La crisis tiene muchas causas. Toda la sociedad se ve afectada, no solamente la Iglesia. El ámbito de lo participativo, comprometido, comunional, institucional, asociativo se ve mermado por la cultura tan individualista y personalista cobijada por el mito de "bienestar" que airea el progresismo engañoso.

"¿Para quién soy?", ha sido el lema del Congreso Nacional de vocaciones. El mundo ha cambiado, las sociedades son muy distintas y la Iglesia es la que tiene que sintonizar con la nueva realidad. El clericalismo caducó. Se habla de la Iglesia "sinodal", ella como "pueblo", como comunidad, donde todos tienen responsabilidad evangelizadora y se va a lo esencial, es lo que toca. Aquí es la iglesia de Gijón, la que tiene que ser sinodal, caminar juntos. Y aparecerán vocaciones y ministerios.

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