Opinión
Ignorancia atrevida
Avanzan los días que nos separan de una nueva Semana Santa, tardía este año. Y lo hacen con las temperaturas frías propias del marzo gijonés, y el trasiego y trabajo contra reloj de hermandades y cofradías locales, que multiplican su actividad en estas semanas previas. De todo ello dan cumplida información medios locales y redes sociales.
Estas últimas acogen a veces, triste realidad, un albañal de opiniones y comentarios, nacidos frecuentemente de la impunidad que da el anonimato. Me cuentan, pues no suelo caer en la tentación de perder el tiempo leyendo inmundicias, que al hilo de las últimas informaciones, alguno de estos anónimos comentaristas se ha soltado a lanzar diatribas contra nuestra Semana Santa local, calificándola de invento importado y sin raíz histórica.
Quienes así proceden no hacen más que mostrar una ignorancia supina, merecedora seguramente de recluirse en un prudente silencio. Nuestras celebraciones se inscriben en el marco de las tradiciones religiosas comunes a casi todas las villas costeras de Asturias, que tienen todas además numerosos elementos en común. ¿Tampoco existe tradición de Semana Santa en Villaviciosa, Candás, Avilés o Luarca? sólo por citar algunas.
Pruebas documentales hay en nuestro archivo municipal, que se lo pregunten si no al historiador local Agustín Guzmán Sancho, de la pujanza de nuestra Semana Santa ya desde mediados del siglo XVII, con la fundación de la Hermandad de la Santa Vera Cruz, a la que sustituyó, a finales del XVIII, la de la Misericordia. Y a las que se unió, avanzado el siglo XX, la Cofradía del Santo Sepulcro. El más preclaro de nuestros hijos, Gaspar Melchor de Jovellanos y lo certifican sus diarios, seguía con interés las celebraciones de nuestra Semana Santa desde su casona de Cimadevilla. Incluso en su destierro en el Castillo de Bellver, evocaba melancólicamente las procesiones de su Gijón del alma.
Nuestra Semana Santa quedó plasmada en los pinceles de Nicanor Piñole, a comienzos del siglo XX. En la pluma de los cronistas oficiales de la villa, como Joaquín Alonso Bonet que la retrató en su novela "El Calvario de piedra", en las fotografías de Suárez, o en el pregón literario del poeta Gerardo Diego, que fue catedrático de literatura en el Instituto Jovellanos. Y hasta consagró expresiones locales que pasaron de generación en generación, como el nombre de "cuatro moñinos" con que la retranca playa bautizó el paso de la Coronación de Espinas. En todo el siglo XX las procesiones gijonesas sólo se suspendieron entre los convulsos años 1932 y 1937; y después entre 1974 y 1994. En este último período por decisión de los responsables parroquiales. Tal vez los foriatos que ahora pretenden pontificar sobre nuestras tradiciones locales llegaron a Gijón por estas fechas, es la única causa que puede explicar tan pasmoso atrevimiento.
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