La encarnación del mal

A lo largo de la vida, en más de una ocasión, se ha visto como el mal se encarnaba en el cuerpo y espíritu de las personas en forma demoníaca, siempre, o casi, bajo el denominador común de oscurecer el alma humana, babeando odio, sed de venganza, avaricia desenfrenada, etcétera. El horror que transmite la encarnación del mal suele estar asociado a algún corazón negro o desalmado, falto de conciencia, carente de sentimientos y con insuficiencia de espíritu para discernir entre el bien y el mal y, en una supuesta duda, se inclinará por la maldad.

O sea, lo más parecido al presidente de EE UU Donald Trump. En su corto tiempo presidencial el reinquilino de la Casa Blanca bautizado por algunos el “pacificador” u “ogro naranja”, con sus caprichos, insultos, cambios de humor, promover y posponer decretos, injerencias políticas, intento de cambio del actual mapa de fronteras, humillar y ridiculizar a presidentes de otras naciones, negado al arrepentimiento, etcétera, Trump, es el prototipo de individuo político esencialmente unido al sujeto que encarna al mal.

Llegó a la Casa Blanca como salvador del mundo aupado por las encuestas de los mercados, pero el aumento de los mercados que prometió se le están hundiendo a consecuencia de medidas ultraliberadoras y a la guerra de aranceles que se vuelven contra él con cifras recesionistas e inflacionistas de forma acelerada en tan corto periodo presidencial.  Incluso, su gran apuesta por la Inteligencia Artificial que sus socios colaboradores -magnates de la tecnología- pusieron a su disposición se le está volviendo adversa.

Humillar como humilló en directo, en su canal televisivo, al presidente de un país soberano inmerso en una guerra que le colaron en su casa, de eso hace ya tres años, forma parte del espíritu maligno de la encarnación salvaje en el que Trump se acomoda para creerse superior al resto de los mortales coronado por ideas secas de racionalidad en su cabeza, al considerar a las personas súbditos y no ciudadanos. Ante este desaguisado político hasta sus convencidos votantes empiezan a darse cuenta de que son enfermos con respiración asistida pues votaron a Trump, según reveló alguno, pensando que sus medidas iban en contra de los otros y no en contra de ellos.

Su regreso a la política supone una pieza beligerante en su particular tablero de juego mental enfermizo en el que todos los demás han de orbitar bajo las reglas que él indica con actitud arrogante de reserva nacional estadounidense. Cree que las piezas del tablero son un reparto de cuotas diseñadas por él y que los demás han de compartir. No da opción a sopesar que esa imposición puede resultar una línea demasiado fina y roja para cruzarla sin más.

Afortunadamente las decisiones de Trump no son del todo negativas. Tienen de positivo el haber agitado y acelerado la ruptura de sometimiento de la UE al tablero de juego de EE UU e impulsarla hacia una política de seguridad compartida propia, que, a mi entender, ha de basarse en la línea direccional del derecho internacional que incluya la renuncia del uso de la fuerza para la resolución de conflictos. La guerra arancelaria y el giro hacia el Kremlin ha propiciado una nueva iniciativa de política propia europea en el mapa geopolítico frente a EE UU.

Otro de los personajes políticos susceptibles a ser poseídos por la encarnación del mal es el presidente de Argentina, Javier Milei con sus políticas desbrozadoras antisociales aplicadas con motosierra que se está dejando indefensos a los pobladores argentinos.  En las últimas horas una protesta de jubilados “abuelos” ha desatado la mayor represión del gobierno de Milei con más de cien detenidos y cientos de heridos, entre ellos, de manera grave un fotoperiodista que cubría la información.