Opinión

La dana de Cerredo

Escucho una entrevista radiofónica a una ministra y no puedo menos que conmoverme ante la paciencia de la entrevistadora, que una y otra vez recibe las escapadas de la autoridad ante cada pregunta relativa a los problemas del gobierno, sean internos o relacionados con sus supuestos socios de legislatura o de investidura. No hay forma, todo es un revolverse contra el Partido Popular o su presidente. Ye lo que hay, supongo.

Y el caso es que la acción gubernamental se ve cada día más acorralada por los escándalos internos y los resultados de su política, cada vez más en entredicho; y ello pese a su magnífica gestión de la comunicación pública, especialmente focalizada, en lo que a la oposición toca, en esa maldita dana y su carga de muertos y destrucción. Un desastre con responsabilidad judicial que ya se está aclarando en los juzgados de Paiporta, y que deberá poner negro sobre blanco la cuota que a cada uno corresponda; y una responsabilidad política que, desde el primer día, se dirime a cara de perro entre el gobierno y la oposición.

Para el ciudadano de a pie, cuya imagen general la conforman los medios de comunicación pública, queda el desasosiego de ver que nuestro sistema de gobierno, vital para nuestras vidas, no funciona. No lo hace, al menos, cuando se trata de enfrentarse a una catástrofe mayor, como la valenciana, y también, que el peligro para nosotros se multiplica en el caso de que gobierno nacional y autonómico no enarbolen la misma bandera partidaria. No los muestra claramente la dana, en el antes, durante, y después; y también, en sentido opuesto, el Prestige, donde Madrid y Santiago empujaban en la misma dirección para tratar de paliar los daños causados por un cutre petrolero ruso.

En el Principado, en Cerredo, nos encontramos ahora ante una catástrofe menor, no para las familias afectadas, y no por insólita en la tierra minera por excelencia. Un desastre que, según cuentan, se inicia con la licencia a una empresa de dudosísima entidad; sigue con unas inspecciones que, cuando menos, debieron ser muy cortas de vista; soporta denuncias nunca investigadas que ahora, parece, se ve que eran fundadas; y finalmente llega el grisú, y como antaño, las muertes.

Estamos ya en la fase de gestión de la crisis, especialmente en lo que a comunicación se refiere; y en este caso, los dos gobiernos son del mismo signo, y conocen el oficio, especialmente en Asturias, tierra baldía para la alternancia política, así que entramos en la fase de las promesas de esclarecimiento y los sacrificios apaciguadores, pero no esperen más; al menos hasta que lleguen los jueces.

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