Opinión

José Manuel García Losa

Moriyón homenajea a la izquierda

Calles y plazas para socialistas y comunistas

La política de los gestos también habla. Y en Gijón, los gestos de la alcaldesa, Carmen Moriyón, están generando perplejidad incluso entre su propio electorado.

La Regidora, al frente de un gobierno de centro-derecha, está impulsando con notable rapidez la dedicación de espacios públicos a figuras históricas ligadas a la izquierda gijonesa y asturiana, mientras otras iniciativas simbólicas asociadas a valores conservadores –como la instalación de la bandera nacional o el homenaje escultórico al actor Arturo Fernández frente al teatro Jovellanos– continúan empantanadas en trámites o, directamente, olvidadas.

Algo que no es nuevo, puesto que ya en su primera etapa como alcaldesa, Moriyón hizo suyas decisiones, entonces polémicas, como el intento de renombrar la calle de La Merced como José Manuel Palacio, exalcalde socialista de Gijón, que fue finalmente desechado al suscitar el unánime rechazo de los vecinos.

O el bautizo de los terrenos del Solarón como Jardines del Tren de la Libertad, movimiento proabortista vinculado a la extrema izquierda.

Pero, a lo largo del último año y medio, el Consistorio de nuevo con Moriyón como máxima responsable, ha formalizado reconocimientos permanentes a figuras como Carmen Álvarez, histórica militante comunista; Ángeles Flórez, "Maricuela", símbolo del socialismo asturiano; o el cantautor Julio Ramos, también vinculado al PSOE y al sindicalismo. Homenajes en nuestro callejero que resultan llamativos por lo recurrente y por la celeridad con la que se han ejecutado en comparación con otros acuerdos municipales. Entre esos "otros", destaca el caso de la bandera de España, cuya instalación en un espacio emblemático fue aprobada por el Pleno municipal por mayoría. Y que, a día de hoy, sin embargo, sigue sin materializarse, generando malestar entre asociaciones cívicas y votantes que ven en este aplazamiento algo más que una cuestión técnica.

Lo mismo ocurre con el proyecto para rendir tributo al actor gijonés Arturo Fernández, hijo predilecto de la ciudad, cuya escultura parece haber caído en el olvido burocrático. Pese a la insistencia tanto de su socio de gobierno, el Partido Popular, como de varios colectivos ciudadanos. Algo muy difícilmente comprensible.

¿Es esto incoherencia, estrategia o simple desinterés? Sea cual sea la explicación, los hechos dibujan un contraste difícil de ignorar.

Mientras los homenajes a la izquierda se convierten en realidades visibles, los símbolos que podrían equilibrar un tablero simbólico ya de por sí muy descompensando brillan por su ausencia.

En una ciudad que presume de pluralidad, la gestión del espacio público no debería convertirse en un campo de batalla ideológica, pero sí merece un mínimo de coherencia institucional.

Y hasta hoy, Moriyón, en vez de tratar de equilibrar sensibilidades, como sería lógico, ha terminado por inclinar la balanza absolutamente hacia un solo lado.

Y, creo, que somos muchos los gijoneses que nos sentimos francamente decepcionados con ello.

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