Opinión

Hortera en Nueva York

En aquel tiempo impreciso que marca la entrada en la edad del pavo, o lo que es lo mismo, el obsesivo periodo en el que todo se enfoca hacia el “coger cacho”, me hinche de leer a Federico García, y a Miguel Hernández, porque, decían, con su dominio se podía encandilar a las muchachas lo suficiente como para lograr lo señalado al principio del párrafo.

Poeta en Nueva York era uno de los textos fundamentales, aunque no tanto como aquel Romancero gitano de tremendas y nocturnas ensoñaciones. El caso es que, pasado el tiempo, tuve la oportunidad de viajar a la ciudad de los rascacielos desde la capital cubana; porque sí, sí se puede viajar pese al cacareado Bloqueo, y siempre que se tenga el dinero suficiente, el pasaporte adecuado, y los bemoles para subirse a los aviones charter que hacen la rutas a Miami y Nueva York, bastante destartalados y no aptos para pusilánimes.

Allí pude confirmar casi todos los prejuicios negativos que tenía, y hoy sólo me queda el recuerdo de las inmensas colas que hicimos para todo tipo de visitas, pues era Semana Santa, periodo vacacional para mis hijos que entonces estaban en España; y también, en lo positivo, la imagen de la Visión de España de Sorolla, en la Hispanic Society, llamativamente solitaria pese a los miles de connacionales que pululaban por la ciudad.

Aquello, Nueva York, sólo sirve para dimensionarnos en nuestra tremenda insignificancia, pues todo resulta gigantesco; hasta las hamburguesas, en su talla y en la infinidad de posibilidades por lugares y tipos para catarlas. Y supongo que, teniendo la oportunidad, es comprensible el visitarla una vez, para luego apostrofarla y no volver.

Por ello me sorprende, en medio de mi incomprensión, las repetidas visitas que algunos personajes, cuyas vidas encontramos en las pantallas y páginas de distintos medios, realizan a aquella ciudad de modo casi repetitivo. Se vanaglorian de su conocimiento de la urbe, y nos muestran con detalle hasta el menor de sus movimientos, visitas y degustaciones. Nos anuncian con anticipación que vuelan allí, como para alertarnos y que no perdamos comba de sus peripecias. Cansan, y no parece importarles.

Supongo que, de alguna forma, todo eso se monetiza, de forma directa o a través de patrocinadores, o la más simple fama, pero en estos días que los europeos estamos a punto de iniciar una guerra comercial con el imperio, resulta casi ofensivo comprobar que algunas caras conocidas actúan como si todo eso no fuese con ellos, como si su estatus les permitiese dejar de lado las preocupaciones de millones.

A mí me parece vulgar y de mal gusto, que es como el diccionario define al hortera. Ye lo que hay.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents