Opinión | Comentarios al paso

"La Odisea" en un periquete

Quien no haya leído "La Odisea" ni intención albergue siquiera, conténtese con el resumen que se entrecomilla a continuación. Homero, en la rapsodia XXIII (o capítulo penúltimo), con habilidad de excelso narrador, asigna al mismísimo Odiseo el relato sintético de sus peripecias, que cuenta en el lecho a Penélope tras el primer polvo consumado por entrambos al cabo de 20 años de separación: una década costó conquistar Troya y otra tardó el héroe en regresar a Ítaca.

"Empezó narrando cómo había vencido a los cicones; y le fue refiriendo su llegada al fértil país de los lotófagos; cuanto hizo el cíclope y cómo él tomó venganza de que le hubiese devorado despiadadamente los fuertes compañeros; cómo pasó a la isla de Éolo, quien le acogió benévolo hasta que vino la hora de despedirle; pero el hado no había dispuesto que el héroe tornara aún a la patria y una tempestad lo arrebató nuevamente y lo llevó por el ponto, abundante en peces, mientras daba profundos suspiros; y cómo desde allí aportó a Telépilo, la ciudad de los lestrigones, que le destruyeron los bajeles y le mataron todos los compañeros, de hermosas grebas, escapando tan solo Odiseo en una negra nave. Describióle también los engaños y diversas arterías de Circe y explicóle luego cómo había ido en su nave de muchos bancos a la lóbrega morada de Hades para consultar al alma del tebano Tiresias, y cómo pudo ver allí a todos sus compañeros y a la madre que le dio a luz y que lo crió en su infancia; cómo oyó más tarde el cantar de las muchas sirenas, de voz sonora; cómo pasó por las peñas Erráticas, por la horrenda Caribdis y por la roca de Escila, de la cual nunca pudieron los hombres escapar indemnes; cómo sus compañeros mataron las vacas del Sol; cómo el altisonante Zeus hirió la velera nave con el ardiente rayo, habiendo perecido todos sus esforzados compañeros y librándose él de las perniciosas Parcas; cómo llegó a la isla Ogigia y a la ninfa Calipso; la cual le retuvo en huecas grutas, deseosa de tomarle por marido, le alimentó y le dijo repetidas veces que le haría inmortal y le eximiría perpetuamente de la senectud, sin que jamás consiguiera infundirle la persuasión en el pecho; y cómo, padeciendo muchas fatigas, arribó a los feacios, quienes le honraron cordialmente, cual si fuese un numen, y lo condujeron en una nave a la patria tierra, después de regalarle bronce, oro en abundancia y vestidos. Tal fue lo postrero que mencionó cuando ya le vencía el sueño, que relaja los miembros y deja el ánimo libre de inquietudes".

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