Opinión
Más que formas
En una sociedad tecnológica y descreída como la nuestra, millones de personas, creyentes o no, estuvieron pendientes los últimos días del humo emanado de una humilde chimenea metálica, rodeada de una familia de gaviotas ajenas a tanta expectación. La iglesia es maestra en estos ritos. Sobrecogía la solemne procesión de cardenales, desde la capilla Paulina a la Sixtina, con el gregoriano de las letanías de los santos de fondo, dirigiéndose a su reclusión electiva. Un cónclave que sesudos vaticanólogos, y aficionados recién llegados, aventuraban largo y complejo, por el gran número de electores y sus dispares sensibilidades eclesiales. Previsiones desfondadas como un castillo de naipes, para despecho de teorías conspiranoicas como la de la película Cónclave, tal y como recordó el afable cardenal asturiano Ángel Artime. En poco más de un día tuvimos Papa, respaldado por amplio consenso.
El humo blanco me sorprendió cerca del Campo Valdés, donde escuché el repique de campanas de nuestra parroquia mayor, que anunció a los gijoneses la buena noticia. Y apareció en balcón central de la logia vaticana León XIV. Algunos se sorprendieron al verlo con hábito coral. Es lo que manda la tradición, y lógico de todo punto. Si los cardenales asomados a los balcones lucían sus rojos capisayos corales, birrete incluido, como hicieron durante todo el cónclave, el ahora Papa incluido, poco sentido tendría que éste último apareciera con una sotana plana. Es más, la única diferencia entre el hábito coral del Papa y el de los cardenales es el color de la sotana, blanca en caso del primero. Sostengo además que no hay mayor acto de humildad que aceptar la tradición y las costumbres establecidas, sintiéndose un eslabón más de una cadena milenaria, y evitando caer en adanismos tan poco recomendables como peligrosos. Su pectoral, no de oro si no de metal dorado, era el mismo que lucía como cardenal. Le fue regalado por el postulador general de los agustinos, conteniendo reliquias de santos de esta orden, entre ellos del beato español Anselmo Polanco, obispo fusilado en el marco de la persecución religiosa que sufrió nuestro país en los años treinta del pasado siglo.
Tampoco hubo adanismo en la elección del nombre, entre los más clásicos en la historia del papado, y que enlaza directamente con León XIII. Papa intelectual, iniciador de la doctrina social de la iglesia en un mundo cambiante, como el actual. También místico que, tras una visión, escribió las llamadas "preces leoninas" con las que se invocaba la protección del arcángel San Miguel al término de la misa. En el nuevo Papa advertimos un porte y una unción que nos recordaba la figura de Pío XII, pero con una timidez y humildad más propia de Benedicto XVI. Sus ojos húmedos apenas lograban contener las lágrimas por la emoción. Larga vida a León XIV.
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