Opinión
El municipalismo y los partidos nacionales
He pasado, por razones profesionales, la mayor parte de mi vida fuera de Asturias; en España y en varios países en el extranjero, pero siempre sin dejar de ejercer de playu allá donde y cuando tenía oportunidad. Como anécdota queda el hecho de que mi primer cachopo lo degusté hace años en la Casa España de Santo Domingo, y no me emocionó, como sin duda lo hubiera hecho un pulpu con patatines. Ye lo que hay.
Pese a esa distancia nunca he dejado de seguir los avatares, particularmente los políticos, de mi ciudad, Gijón, en la que ahora, por fin, me encuentro casi establecido; y, entre esto, mi experiencia vital y la imagen que la prensa de todo tipo nos traslada, mi desanimo, dicen que inherente al avanzar de la edad, no deja de acrecentarse.
Y es que, desde aquellos años gloriosos en que la naval, la siderurgia y la minería marchaban a todo trapo, nuestra región y ciudad no han dejado de caer en casi todos los sentidos, particularmente en el laboral pero también en general. Y como muestra sólo hay que darse un paseo por el centro de la ciudad y contabilizar el número de locales que se encuentran cerrados, y con poca o nula posibilidad de reabrir.
En Asturias sólo parece irle bien a Oviedo, siempre aposentada en su privilegiada capitalidad, que por sí sola promueve empleo de calidad y en cantidad, mientras el resto, especialmente las Alas, pero Gijón y Avilés también, ven cómo hay que estar al interés de quien gobierne en el Principado, con el apoyo de Madrid, según quien se encuentre en uno u otro lugar.
Ahora en Gijón contamos con un gobierno que podríamos calificar como local por su escasa implantación fuera de la villa de Jovellanos. Un gobierno de coalición en el que su principal partido se esfuerza, aparentemente, en desarrollar la ciudad –le va el futuro en ello– y se encuentra con, llamémoslas así, circunstancias adversas que vienen de la mano de quien gobierna en Oviedo o en Madrid, como muestran los retrasos en el hospital de Cabueñes o el túnel de acceso al Musel, sin citar otras historias que también están ahí.
La última, que ha concitado la unanimidad del resto de fuerzas políticas, viene del troleo que la Autoridad portuaria, gubernamental, quiere montarle al Ayuntamiento a cuenta del los terrenos de Naval; un proyecto acordado y firmado, que está llamado a impulsar el siempre desfavorecido Natahoyo, y de paso casi rematar la siempre pendiente fachada marítima gijonesa.
Se equivocan Madrid y Oviedo, y lo notarán cuando haya que votar en Gijón, ya lo verán, aunque ya será tarde.
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