Opinión | Comentarios al paso
Pobre Maquiavelo
A Nicolás Maquiavelo (Florencia, 1469-1527) le cayó la del pulpo o se comió un marrón de campeonato, de por vida y de por muerte, cuando se le atribuyó el bulo renacentista de que abogaba por la usanza de la crueldad y el engaño en el ejercicio del poder. Los estudiosos no encontraron en sus escritos esa maligna frase tan mentada en los mentideros de "el fin justifica los medios". Muchos, más bien, aseguran que sus obras denotan un profundo patriotismo y una crítica al poder absoluto, y no precisamente una defensa del cinismo político, como está más que corrido por ahí.
Transcribo un par de párrafos de la obra más conocida de Maquiavelo, "El Príncipe", escrita en 1513 y publicada póstumamente en 1532, con la intención de que, si se sustituye Alemania por otro u otros países y se salvan las luengas distancias entre la primera mitad del siglo XVI y la actualidad, provoquen, al paso de su lectura, la aparición de similitudes o paralelismos que pudieran aproximarse a esta nuestra era incierta y convulsa, como tan a menudo se repite.
"Las ciudades de Alemania son muy libres, tienen en sus alrededores poco territorio, obedecen al emperador cuando le quieren, y no temen ni a él ni a ningún otro potentado que tengan cerca, ya que están fortificadas de tal modo que cada uno piensa que debe ser tedioso y difícil atacarlas. Todas tienen fosos y murallas adecuados, tienen artillería en abundancia; conservan siempre en los almacenes públicos comida, bebida y leña para un año; y, para poder tener al populacho alimentado, y sin que sea gravoso al público, tienen siempre en común con qué darle de trabajar por espacio de un año en aquellas obras que son el nervio y el alma de la ciudad, y con cuyo producto se sustenta la plebe. Mantienen también en gran consideración los ejércitos militares, y cuidan sobremanera de que permanezcan en vigor.
Un príncipe, pues, que tenga una ciudad fuerte, y que no se haga odiar, no puede ser atacado; y, si lo fuera, quien le atacase partiría de allí con oprobio; las cosas del mundo son tan variables, que es casi imposible que alguien pueda con sus ejércitos permanecer asediándolo durante un año entero. […] La naturaleza de los hombres es obligarse unos a otros, tanto por los beneficios que conceden como por los que reciben. De ahí que, si se considera todo bien, no le sea difícil a un príncipe prudente, desde el comienzo hasta el final del asedio, tener inclinados a su persona los ánimos de sus conciudadanos, cuando no les falte de qué vivir ni con qué defenderse".
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