Opinión | Añoralgias
Prisma de interés turístico
Un cuadro comparativo que manejan los sicólogos norteamericanos –se supone que ahora menos, entretenidos como andarán con el manicomio que tienen montado en Washington– considera equivalente el grado de estrés que origina una mudanza al que provoca la muerte de un familiar. Es de esperar que ese estudio clínico se refiera a cambios de domicilio particular, y quede fuera el proceloso traslado de la jefatura de Policía Local de Gijón, que se dispone a abandonar las dependencias de la calle San José para alinearse tras el nuevo palacio de Justicia, junto al Polígono. Visto desde la pasarela peatonal que conecta con el parque de Moreda, el nuevo edificio impacta como alarde arquitectónico, mezcla de oficina de Silicon Valley, prisma sagrado para culto de peregrinos y acería descarbonizada. Cualquier cosa menos una sede policial, con esa belleza ligera de líneas en tono antracita presidiendo una explanada de parterres y luminarias minimalistas. Primer impacto visual para viajeros del AVE que nos entran por el apeadero provisional/definitivo de Sanz Crespo, en busca de la excelencia turística o de piso para comprar.
Fumigación mediante, el palacete cubista de diez millones de euros toma el relevo de las oficinas de la EMA en El Arbeyal como icono de la vanguardia arquitectónica en Gijón. Que edificios tan singulares sean fruto de la iniciativa municipal, destinados a combinar una imagen rompedora y futurista con ese tono kafkiano que la ciudadanía percibe en la gestión de algunos servicios públicos, se contrapone con el sector inmobiliario local, resignado a la vigencia del ladrillo visto, la plaqueta para todo y un catálogo urbanístico entregado al recrecido a la carta. Un neodesarrollismo tutelado y decadente, como de antigua república soviética.
Atendiendo a la comparativa norteamericana de factores estresantes, es de desear a nuestra Policía Municipal una mudanza apacible (de seis meses para arriba) a la nueva sede, que bien podía incorporarse al itinerario de visitas guiadas de interés. El barrio de Ceares confía en que la actual jefatura, próxima al desalojo, no pase a engrosar la lista de viejos cascarones en desuso. Y se quedará el vecindario con la imagen recurrente de la calle Antonio Cachero y su docena de coches subidos a la acera, pisando con garbo línea amarilla. Los días pares y las vísperas.
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