Opinión

Canto a la hez

Decía un personaje de Woody Allen en la deliciosa "Desmontando a Harry" que las dos palabras más bellas en cualquier lengua son "es benigno". Pero, curiosamente, nuestro pavor al cáncer no nos impide desaprovechar la oportunidad de prevenirlo: con gran esfuerzo, las autoridades sanitarias asturianas han conseguido, por ejemplo, que la participación en los programas de cribado de cáncer de colon supere el 30%. En otras palabras, 98.000 asturianas y asturianos de entre 50 y 79 años, han renunciado en la última campaña a utilizar un sencillo kit de detección que garantizaría la curación en el 90% de los casos diagnosticados precozmente. Sorprendente.

La UE ha establecido unos umbrales mínimos de participación en estos programas, pero también ha instado a los estados miembros a que garanticen igualdad de acceso a los mismos. Dependiendo del país, las zonas periféricas o los colectivos vulnerables, como personas inmigrantes, pueden verse excluidas. Nuestra sanidad pública, con todas sus ineficiencias de mastodonte maleado, nos procura esta herramienta. Y curiosamente, rabiamos por la dilación de una cita o una prueba diagnóstica cuando algo va mal, pero nos permitimos prescindir de estos protocolos que nos colocarían en el antes, al principio. Como máquinas del tiempo.

La preocupación por la baja participación en estas campañas es generalizada en todas las comunidades autónomas, aunque Asturias está por debajo del 40%, una media nacional ya de por sí escasa. Y otro dato para la reflexión: a ellos les da más pereza. Tal vez porque nosotras hemos interiorizado cierta disciplina de prevención con programas contra el cáncer de cérvix o de mama. Cuando llega la carta para incorporar una tercera rutina, la asumimos con más facilidad, aunque pase por tener que manipular nuestras cacas y llevar la muestra en un botecito al centro de salud de referencia. En nuestra dinámica preventiva, ésta es sencilla.

Puede que ellos tengan, además, una mayor sensación de inmunidad; esa que la Naturaleza nos brinda en dosis prudentes para que no nos quedemos atenazados por nuestros miedos cervales. Algo de cierto hay en la sensación de mayor protección: la Medicina aún no ha superado el sesgo histórico de género que ha propiciado que investigaciones, diagnósticos y tratamientos sean más eficaces con los hombres, puesto que la ciencia médica les ha tomado como referencia del todo.

Concretamente, al hombre blanco. Presuponiendo que lo que le ocurría y valía para él, lo hacía con el resto, incluidas mujeres y hombres de otras etnias. O personas trans. Y así, según las estadísticas, en nosotras se indaga mucho más en motivaciones psicosomáticas antes de iniciar pruebas diagnósticas. Lo cual lo retrasa todo.

Sí, mientras se resuelven estas pequeñas grandes disfunciones, vaya si hay razones para aferrarse a los cribados. Y hacer un canto al mamógrafo, a la citología y a la hez.

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