Opinión
Ni un mes aguantaría
Estaba este miércoles en Valencia cenando con un amigo tras visitar distintas actividades que se están haciendo para abordar la recuperación de la DANA. No me podía imaginar yo que este año iba a tocar implicarse y ayudar en una situación tan compleja y dolorosa. Él es valenciano. Una persona comprometida con su tierra y con el desarrollo de proyectos de investigación, inversión y emprendimiento en el sector de la salud. Para mí una de esas personas que sobrepasan la excelencia. Cada vez que le escucho hablar de las iniciativas en las que está, las inversiones que es capaz de mover y todo el impacto en paralelo que promueve a nivel social, me quedo perplejo. Un tipo humilde, transparente, currante…
En esa cena no podíamos obviar el necesario repaso a la realidad política que nos toca vivir en estos maravillosos años. Fuimos haciendo un repaso a aquellas cosas que no dejan de sorprendernos junto con el resto de la mesa. En un momento en que estábamos entrelazando chascarrillos de esa índole y proyectos en los que él estaba embarcado, le miré a los ojos y le pregunté: "¿Nunca te han propuesto entrar en un gobierno?". "No les intereso, ni me interesa", me contestó. No le pregunté si pensó en entrar en política, porque él ya la hace cada día, como todos y todas. En política no se entra y sale, en política estamos todos metidos.
La conversación se fue tornando en lamentos de cómo el desarrollo de la cosa pública produce tanto rechazo. Se ha convertido, probablemente, en una de las actividades más rechazadas y menos atractivas de nuestros días. Supone en muchos casos una inmolación por lo difícil (imposible, apostillaban algunos) de cambiar cosas, por la exposición y dilapidación actual que puede vivirse en redes, por el clima de navajeo que se percibe desde fuera o el ceremonial que rodea esos hábitats.
"Ni un mes aguantaría", concluyó.
Es triste claudicar a esta realidad. Es triste que gente con mucha valía, ganas y respeto ni se lo plantee, sea erradicada de esos entornos o sientan que deben irse… quienes resisten, no dudan en replantearse si vale la pena. Y probablemente, más pronto que tarde, acaben quemados.
Tras esa cena, a la mañana siguiente me tocó visitar algunos espacios que confiemos puedan convertirse en lugares de oportunidades para mucha gente de esa zona cero. Mirando alguno de ellos pensé… nos toca recuperarlo a las empresas y a las entidades. Probablemente porque personas como mi amigo no están en ese lado del gobierno de lo público; probablemente porque personas como él, que estén luchando ahí dentro, no llegarán a tener poder.
Hoy ya estoy de vuelta en Gijón. Me levanto, abro los periódicos, enciendo la radio… veo que Floro lo deja.
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