Opinión
La sociedad desnuda
Cuesta discernir ficción de realidad en estos tiempos. En 1837 Andersen nos regalaba el famoso cuento de "El traje del emperador", conocido también bajo el título de "El rey desnudo". Un relato que nos presentaba un líder agasajado por sus súbditos que no se atrevían a reconocer su desnudez. Una desnudez construida a partir de una mentira que nadie, salvo un niño, supo cómo atajar.
Han pasado casi dos siglos y nuestra contemporaneidad sigue infectada de relatos falsos asumidos por quienes ocupan el poder. Relatos que cuesta mucho atajar. Una desnudez que nos ha invadido a muchos y muchas. La auto reafirmación impera a sus anchas, y los niños y niñas prefieren obviar este "Mátrix" de realidad en el que vivimos para estar a sus cosas.
Durante estos agitados días, donde la educación de nuestra región ha señalado a la realidad para reconocer la desnudez que rodea uno de nuestros pilares del estado de bienestar, hemos asistido a declaraciones que merecen una reflexión sosegada alejados ya del fervor de la batalla.
Nuestro consejero de Hacienda apelaba a la sostenibilidad de nuestra región para poner en valor la propuesta que finalmente, y a regañadientes, ha sido asumida como buena. Una sostenibilidad que señalaba el corto plazo requerido para solventar la crisis. Una sostenibilidad que se amparaba únicamente en cuestiones económicas.
Hablar de sostenibilidad nos obliga a levantar la mirada y otear el largo plazo. Los impactos de lo que hacemos y no hacemos. Las consecuencias de nuestras decisiones a nivel económico, social y medioambiental. Y por supuesto, debemos hablar también de modelos de gobernanza. Valoremos cuanto cuesta y supone a nivel económico y social un sistema educativo (o de salud, o de servicios sociales, o de justicia…) que no es capaz de movilizar su mayor activo en una senda de prosperidad y bienestar. ¿Cuánto supone que muchos peques no puedan desarrollar sus talentos en un proceso vital como es la construcción de su presente y futuro? ¿Cuántas oportunidades podemos perder de fortalecer vocaciones que permitan generar nuevos caminos que promuevan un verdadero futuro más sostenible que el que vivimos en nuestro presente?
Esta es la cuestión. La movilización de recursos económicos debe dialogar con las cosas importantes, con un plan de futuro que nos permita avanzar. Vencer la subsidiaridad a la que parece que está abocada nuestra región tras tantos procesos de reconversión. A superar la fuga de talento que trata de encontrar oportunidades fuera de nuestros fueros. A promover entornos educativos diversos donde todos los niños y niñas puedan crecer conectados con la realidad de nuestros tiempos.
Vestir nuestra desnudez desde la mirada a corto plazo, apelando a una sostenibilidad que requiere de un análisis más profundo, no deja de exponernos al frio de la intemperie sin apenas una manta que ponernos encima.
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