Opinión | El disfraz de las mentiras

Los tiempos que no eran ahora

Ahora que el Paseo de Begoña, El Parchís y la calle Tomás y Valiente se llenan de casetas. Ahora que el Antiguo Instituto, la antigua Escuela de Comercio y las dos carpas de Begoña se engalanan para hacer bonito. "Ahora que el mundo está recién pintado", como decía Joaquín Sabina en una canción, cuando la ciudad se prepara para vivir una nueva edición de la Feria del Libro que alcanzará el récord de participación tanto en lo que se refiere a los expositores como en lo relativo a la asistencia de autores/as; ahora que habitamos el olvido es necesario recordar los tiempos que no eran ahora.

Tiempos en los que todo fue un sueño por el que pelearon librerías que ya no están. Imposible no acordarse y agradecer el trabajo de Pablo y Adelaida, de la librería Zifar, de Patricia y Javi, de Baker Street, y de Carolina y Miguel, de Seshat. Imposible no pensar en aquellos intentos previos que contaron con el casi único apoyo de Teresa Sánchez (entonces gerente de Divertia) y que se materializaron en aquellas casetas de madera, acompañadas de una lluvia insistente que parecía recordarnos que esta ciudad no era apta para sacar los libros a la calle. Imposible no recordar al entonces único concejal del grupo político Ciudadanos, José Carlos Fernández Sarasola, que se reunió y escuchó a los libreros y libreras y llevó la propuesta sobre la Feria del Libro a un Pleno, que lo aprobó con el apoyo del resto de ediles. Imposible volver a ese 2017 en el que todo empezó sin referirse a las palabras que la profesora del IES Número, Natalia Cueto Valverdú, escribió tras visitar la Feria con su alumnado: "A veces viene ‘la alegría"’. Desde el día del nacimiento no he dejado de celebrar la Feria del Libro [...]. El día a día pone piedras y duele; por eso, cuando una ciudad entera está viva paseando entre risas, pasión y literatura, el pulmón de Gijón es cultural, la euforia de los que tanto debemos a las palabras debe formar bruma y rodear el evento en forma de abrazo. De mimo. A veces viene ‘la alegría’. Agarrémosla."

Cuando Miguel Barrero llegó a la Fundación Municipal de Cultura, agarró la alegría y le encargó a Jaime Priede que le diera mimo, que le diera sentido y que la cuidara. Imposible no agradecer esa decisión.

Imposible también no recordar a Irene, librera durante tantos años en Roy, que fue feliz en todas las ediciones en las que participó e imposible no recordar al fotógrafo Alejandro Braña, al que este año echaremos tanto de menos.

Esta semana todo olerá a nuevo y traerá una alegría que agarraremos con la punta de los dedos, pero también será -debería ser- imposible no pensar en que todo forma parte del trabajo de quienes nos preceden. De los tiempos que no eran ahora.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents