Opinión | Comentarios al paso

Horror nazi al pormenor

Ya en otra ocasión comenté la entrevista que el periodista Jacinto Antón realizó al historiador Xabier de Irujo, autor de "La mecánica del exterminio" (Crítica, 2025), libro que describe el funcionamiento de la cadena de exterminio nazi, una mirada científica, una inmersión minuciosa en las fuentes primarias del Holocausto, un relato escalofriante, estremecedor, que no se detiene en las cámaras de gas o en las fosas, sino que cuenta cómo se moría en los vagones de los trenes, concebidos ya como espacios de matanza, en los barracones de los campos o en las cajas de los camiones gasificados. En este comentario, me limitaré a copiar algunos de los horribles hallazgos citados en la entrevista de Jacinto Antón sobre aquella espeluznante mecánica del Holocausto.

Se relata que los furgones de gas, con el tubo de escape conectado a la caja, donde se amontonaba a los prisioneros, fueron objeto de cuidadosos estudios y mejoras de diseño tendentes a optimizar su servicio: se descubrió, a base de practicar, que pisando a fondo el acelerador la muerte se producía más deprisa. Se relata también la existencia de "fosas durmientes", en las que muchas víctimas del Holocausto por las balas solo quedaban heridas y seguían quejándose y retorciéndose durante horas, lo que, explica Irujo, se debía al uso de calibres pequeños a fin de evitar el mal trago para los ejecutores de ver estallar las cabezas con armas de mayor potencia.

Revela Irujo que se colocaban camillas de necropsias en los crematorios para examinar los cadáveres antes de incinerarlos en busca de las pertenecías que hubieran escondido. O que se lanzaban al fuego de los hornos o de las parrillas víctimas aún vivas por agotamiento del gas.

Es difícil escoger la peor historia de las que recoge Irujo. Una cuenta la ejecución con armas de fuego de jóvenes madres con bebés en Auschwitz. Un SS iba rodeando a una de ellas para dispararle primero a la criatura, pero la madre se interponía para que le dieran antes a ella y no ver morir a su hijo, hasta que al final de la espantosa contradanza el nazi consiguió darle al bebé; la madre enloqueció y le arrojó el pequeño cadáver a la cara del SS, que se vio incapaz de seguir. "Ya he tenido suficiente por hoy", dijo. La ejecución la acabaron sus compañeros.

Hay en el libro algunas gotas de humor negro grotesco, como el que a los deportados se les hiciera pagar su billete en los trenes (solo ida) y que los menores tuvieran descuento. O la queja de un campo de concentración porque los prisioneros rusos les llegaban muertos. Y, así, no había manera de matarlos.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents