Opinión | Añoralgias

Piñole y diez más

Melquíades Álvarez González-Posada te miraba fijamente, con las manos colgando de los brazos de una silla de escritorio. En el salón de Recepciones del Ayuntamiento de Gijón, la versión sentada de los retratos que del político y jurista gijonés pintara su paisano y coetáneo Nicanor Piñole atrapaba la atención de visitantes frecuentes o primerizos, reporteros en paciente espera, invitados nupciales y hasta ujieres de plantilla, como ningún otro prócer local de los allí inmortalizados -copia goyesca de Jovellanos incluida- que visten la estancia de arte y solemnidad. La última vez que me crucé con la mirada vidriosa y aquellas manos expresando un sereno cansancio con cuatro pinceladas maestras, un recorte de espacios en la primera planta del número 1 de la Plaza Mayor, tabique corredero mediante, había relegado a una sala de reuniones sin acceso al público uno de los retratos al óleo más sugerentes que recuerdo haber visto al natural. Categoría El Prado o la National Gallery pero sin rebaños de turistas fotografiándose para Instagram.

Cuando ocultaron a las visitas a don Melquíades y lo colgaron a presidir reuniones de concejales, una adecuación exprés de la antigua Tabacalera para mostrar al público los fondos del Museo Jovellanos debería haber encabezado los acuerdos de Gobierno en el primer orden del día. Ya llevaba años el edificio empantanado y ahí sigue, a la espera de calendario y voluntad política. En un cuarto de siglo desde que cerró la fábrica de tabacos, la piedra angular de un futuro limpio y sostenible para Cimavilla ya esquivó propuestas de destino que eran meras ocurrencias (la Sección de la Audiencia Provincial) o improvisadas consultas de planes de usos a la ciudadanía (un "que inventen ellos" para ganar/perder tiempo porque la municipalidad se ha hecho un lío o de donde no hay no se puede sacar).

El corazón de Tabacalera insuflando vida y actividad al Barrio Alto pasa por el Museo Jovellanos de Gijón, con Piñole y diez más en la exposición permanente, como quiera que se ponga la tropilla ciudadana propensa a identificar Cultura con dispendio presupuestario. Finos humanistas que todavía se turnan en reclamar para el singular edificio el hotel de 5 estrellas, o de 5 y un cometa como el Gran Hotel Supercárez de Mortadelo y Filemón. Que ya podría estar recibiendo turistas opulentos, influencers y celebrities, pero unos metros más abajo, en la que fuera sede de la Junta de Obras del Puerto; cuyo abandono, deterioro y entorno sumido en la cochambre deberían haber inspirado la trifulca vigente por un quítame allá esa franja litoral.

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