Opinión

Corpus en Gijón

El Corpus nació en el medievo en la diócesis belga de Lieja, celebrándose en el jueves siguiente a la fiesta de la Trinidad. Conoció desarrollo y popularización notable en la contrarreforma, tras el concilio de Trento, cuando la iglesia necesitó reafirmar la fe en la presencia real de Jesucristo en las especies eucarísticas, cuestionada por los protestantes. España, abanderada de aquel movimiento, se sumó con entusiasmo a esta fiesta. Con el oro y la plata traída del nuevo mundo se hicieron custodias que son auténticas obras de arte, como la de Arfe en Toledo. Esta ciudad, como Sevilla y Granada, mantienen aún sus fastuosas procesiones en la fecha tradicional; mientras en el resto de España, habiendo perdido el jueves carácter festivo, se traslada la celebración al siguiente domingo.

Gijón no fue menos y ya consta, en el lejano 1585, la constitución en la parroquia de San Pedro, la mayor y única de la villa hasta finales del siglo XIX, de la Real Congregación de indignos y humildes esclavos del Santísimo Sacramento. Conocida popularmente como "la Minerva", por estar adscrita a la congregación original de la basílica romana de Santa María sopra Minerva, era la encargada de organizar tanto la procesión del Corpus como la de su octava. Y fue siempre fiesta de campanillas, así lo recuerda el actual cronista oficial, Luis Miguel Piñera, en un trabajo publicado con motivo del cincuentenario del actual templo de San Pedro. Cita el ceremonial aprobado por nuestro Ayuntamiento en 1848, que incluía la obligatoriedad de todos los concejales de asistir a la procesión. Alcalde y Ayuntamiento participaban en la misma en forma de Villa, con heraldos y bajo mazas, portando el síndico el pendón municipal. Costumbre que se mantuvo hasta el año 1974, en que las autoridades eclesiásticas suprimieron la celebración hasta su recuperación en 1990.

Nuestra villa es la única población asturiana que cuenta para la procesión con una custodia de asiento, las que precisan de ser transportadas en carroza, de cierta relevancia. La original fue donada por el clérigo gijonés don Fernando Morán Lavandera, amigo de Jovellanos y más conocido como el Abad de Santa Doradía. Se perdió con la irracional quema y voladura de la primitiva iglesia de San Pedro, en agosto de 1936. La actual fue realizada, en 1950, por el conocidísimo orfebre sevillano Fernando Marmolejo Camargo (1915-2006), gracias, sobre todo, a los desvelos de don Hermenegildo Rodríguez Rodríguez, por entonces Comisario de Cultos de la Hermandad de la Misericordia, que le dedicó también unos sentidos versos.

Mejor fortuna corrió el farol de la casa de Nava, que precede a la custodia, y donado por esta ilustre familia local con palacio en Cimadevilla. El próximo domingo por la tarde, como lo viene haciendo desde siglos, alumbrará el recorrido del Santísimo Sacramento por las calles de Gijón.

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