Opinión

Una ciudad lanzada

Un ritmo de desarrollo difícilmente discutible y, sobre todo, con una hoja de ruta clara y unas bases asentadas con firmeza

En política, la mitad de un mandato es un reflejo inequívoco de la vigencia de un proyecto; una prueba irrefutable de agotamiento o impulso.

Para Gijón, el ecuador del mandato llega con la ciudad lanzada, con un ritmo de desarrollo difícilmente discutible y, sobre todo, con una hoja de ruta clara y unas bases asentadas con firmeza. En un momento política de extraordinaria inestabilidad; en un momento global de descrédito galopante, nuestra ciudad es una isla en la que los proyectos avanzan de forma tangible y en la que un Ayuntamiento lidera desde la paz social y el trabajo a pie de calle. En mi segunda etapa como Alcaldesa, soy muy consciente del valor que esto tiene y de lo fundamental que resulta a la hora de que Gijón continúe creciendo.

Dos años después de unas elecciones en las que la ciudad pidió un cambio, Gijón vive el proceso transformador más importante desde la década de las 90; una metamorfosis basada en realidades que ha logrado cambiar no solo la perspectiva de la ciudad respecto a su futuro, sino también la mentalidad de su gente.

Muy pocas ciudades cuentan hoy en día con proyectos como Naval Azul, la ampliación del Parque Científico o Tabacalera; prácticamente ninguna ha logrado iniciar simultáneamente el desarrollo de iniciativas tan importantes. En apenas dos años, este gobierno ha logrado sacarlos todos del papel y ponerlos en marcha. Con proyecto, con plazos y con financiación.

Desde el respeto a cualquier opinión, la única realidad irrefutable en Gijón es que El Natahoyo volverá a mirar al mar en el mes de diciembre gracias a la recuperación de los terrenos de Naval y su reconversión en un espacio para disfrute público; que a principios de 2026 la Pecuaria quedará urbanizada y ya cuenta con parcelas adjudicadas para que empresas de referencia aterricen en la ciudad y que, en esos mismos meses, las maquinas entrarán en Tabacalera para convertir la antigua fábrica de tabacos en un centra de arte de primer orden.

Desde el respeto a cualquier opinión, la única realidad irrefutable en Gijón es también que la ciudadanía podrá disfrutar de una playa verde de casi 30.000 metros cuadrados el próximo verano, que la ciudad cuenta los días para inaugurar la comisaria de Policía Local más puntera de España y que en 2026 arrancará la construcción de 500 viviendas públicas en el que es el plan municipal más ambicioso que se recuerda para solucionar un problema tan acuciante como el acceso a la vivienda.

Desde el respeto a cualquier opinión, la realidad manda. Y la de Gijón es la de una ciudad que avanza en base a realidades: la de una ciudad en la que todo lo que dependa del Ayuntamiento va a salir adelante. Proyecto, plazos y financiación.

Mientras eso ocurre, a la oposición le preocupa mi legado como Alcaldesa: el legado de Foro Asturias en Gijón.

Nunca he creído en esas apropiaciones de la historia que algunos practican con frecuencia; de hecho, siempre las he evitado.

Siempre digo que no creo en las ciudades de autor ni en los desarrollos basados en siglas. Tampoco en las casualidades.

Si una ciudad experimenta el crecimiento actual no es gracias a nadie en concreto, sino a un conjunto de decisiones y consensos.

Para empezar, ningún desarrollo en Gijón sería posible sin el Plan General de Ordenación (PGO) que todos los partidos, a excepción del PSOE, aprobamos en 2019. Un Plan que marcó un punto de inflexión, quizás el primero, con respecto a las posibilidades de desarrollo de esta ciudad. Seis años después de aquello, con proyectos ya en marcha como Naval Azul o la playa verde del Rinconín, se entiende mejor su importancia. Convendría no olvidarla nunca más.

Para que una ciudad rompa el molde necesita de dos etapas: una primera en la que se sienten bien las bases de lo que está por venir y una segunda en la que el acierto en la gestión permita generar realidades, proyectos tangibles que mejoren de verdad la vida de los ciudadanos. Como Alcaldesa, tengo la fortuna de haber estado en ambas.

No creo en las ciudades de autor ni en los desarrollos basados en siglas.

Tampoco en las casualidades.

Quedan dos años de mandato. Y Gijón no va a quitar el pie del acelerador.

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