Opinión
El corazón de Salvador
Del Salvador Sobral que ganó Eurovisión en 2017 al que actuó el sábado pasado en el teatro de La Laboral, medió un trasplante de corazón. Creo que quienes nos emocionamos escuchando su magnífico, magnético espectáculo junto Silvia Pérez Cruz, lo tuvimos presente en más de una ocasión. La fragilidad de la existencia. El valor de la generosidad más allá de la muerte. La necesidad de un sistema sanitario que articule un proceso casi irreal: extraer un corazón, retener su hálito de vida, hospedarlo en otro cuerpo y echarlos a andar juntos una nueva vida.
Decía Sobral el sábado que le gustaba tanto España que estaba madurando la idea de fundar el Partido Ibérico, PI, con el objetivo de unirnos en un mismo territorio. El que geográficamente ya somos, pónganse las fronteras como se pongan. Aplaudimos la propuesta a rabiar. Y se me ocurrió pensar que, si el PI existiera ya y hubiera conseguido su propósito, tal vez la espera de Sobral por un corazón no le hubiera llevado tan al límite de su resistencia, conectado varios meses a una máquina, en el Hospital Santa Cruz de Carnaxide, en Lisboa, con todos su compatriotas conteniendo el aliento.
Resulta que nuestro país concatena 33 años de liderazgo mundial en donación, con una media de donantes por millón de habitantes y de trasplantes realizados con éxito, incluso en los casos más complejos, absolutamente imbatible. Y, lo que es igual de importante, a coste cero para el paciente. Sólo el año pasado 505 personas fueron rescatadas en España de una situación crítica -casi 200 eran niñas y niños- gracias a los protocolos de donación integrados en nuestro sistema sanitario.
Ahora que el orden internacional es un campo minado en el que mostrarse contenido con el gasto en defensa enoja a los matones, igual conviene repasar aquellas conquistas que componen eso que se denomina estado del bienestar. Las que peligran si hay que llevarse los dineros a engordar las cuentas de resultados de las industrias bélicas.
Si cualquiera de los actuales señores de la guerra necesitara un corazón, como le ocurrió a Sobral, con idéntica desesperación y urgencia, seguramente querrían que el mundo entero se parase hasta ser rescatados de su personal corredor de la muerte. Aunque el capitalismo salvaje tiene una respuesta para esto. Sobre la premisa de que todo tiene un precio, ha encontrado su nicho de mercado en éstas y otras desesperaciones: el tráfico de órganos es un ejemplo.
A este lado del mundo no sabemos de eso. Es la diferencia entre dar el mismo valor a todos los corazones o arrojarlos a la selva del sálvese quien pueda.
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