Opinión
¿La bandera dónde está?
Octubre es generoso en celebraciones. La Policía Nacional acaba de honrar a sus patronos, los Ángeles Custodios, y pronto ahora lo propio la Guardia Civil con el Pilar. El mes concluirá con los habituales fastos principescos de los premios, en la capital del Principado, que irán precedidos de días de intensa actividad cultural en toda la región. Estamos ya además en vísperas de la Fiesta Nacional, que se celebrará el próximo domingo 12 de octubre.
El calendario es pues propicio para volver a recordar, como hice desde esta misma tribuna hace justo un año, el acuerdo del Pleno de nuestro Ayuntamiento, en sesión celebrada el 17 de enero de 2024, para la colocación, en un espacio central de nuestra villa, de una bandera nacional de grandes dimensiones, como la que ondea ya en numerosas poblaciones de nuestro país. Por citar sólo los casos de ciudades muy próximas, tanto en lo geográfico como en dimensión, Oviedo o Santander. Dentro de nada se cumplirán dos años de este acuerdo, y la bandera ni está ni se la espera. Retos más complejos, como la recuperación de la feria taurina y la reapertura de la plaza de toros, se resolvieron al inicio del mandato en un tiempo récord de mes y medio; y soy yo el menos sospechoso de criticar el resultado.
Si la medida duerme en el cajón del olvido por falta de voluntad política debería reprocharse el feo que supone al Pleno municipal y a la mayoría absoluta de sus integrantes, que al fin y a la postre son los representantes de todos los gijoneses. Para eso hubiera sido más honesto haberse opuesto, con los argumentos que se consideraran pertinentes, a su aprobación. Resulta sorprendente que todo el tiempo transcurrido desde la adopción del acuerdo no haya bastado para encontrar un mástil y una bandera. Y esa falta de celeridad, por llamarla de algún modo, no hace más que reforzar los argumentos de quienes señalan el auténtico talón de Aquiles de los términos en los que se plantea una operación, como la del traslado del museo Piñole, por lo demás encomiable en su objetivo. ¿Si dos años no han bastado para colocar una bandera, podrá construirse en poco más de un año el nuevo edificio que debe albergar la colección pictórica en Cimavilla?
A uno le viene a la cabeza una canción alegre y festivalera, del francés Sacha Distel, que hizo furor en los años setenta del pasado siglo. En tono desenfadado narraba el descontrol imperante en una estación de bomberos al recibir el aviso de un incendio, cuando no encontraban ninguno de los medios necesarios para atajarlo, ni manguera ni escalera. Parafraseando el tema igual tendremos que acabar cantando en la Plaza Mayor: ¿la bandera dónde está?, ¿dónde está la bandera?.
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