Opinión
Lourdes pérez González
El centenario de la Gota de Leche
Una carta para rendir agradecimiento a todos los que homenajearon a Avelino González
Con motivo de la celebración de los 100 años de la Gota de Leche tuve, en mi calidad de nieta, el honor de intervenir en los dos actos que se organizaron.
En el primero de ellos, en la inauguración de la exposición el día 2 de septiembre―, mi intervención, por improvisada, fue bastante escueta. Lo quisiera subsanar ahora, centrándome en el capítulo de agradecimientos que entonces terminé de esta manera: "Destacando que el protagonismo de este trozo de historia no está en la persona de mi abuelo, sino en el proyecto, colectivamente realizado por quienes lo acompañaron en su camino, por quienes confiaron y creyeron en él, por quienes continuaron su obra, por quienes contribuyeron a preservarla. Por quienes ahora la han rescatado, nos la muestran y nos animan a divulgarla, por todas las personas anónimas que aportaron y aportan su entusiasmo, su esfuerzo, su trabajo a esa lucha tan desigual por la igualdad".
A mi abuelo, hombre minucioso y riguroso, como bien dijo el comisario de la exposición Ángel Mato, que trabajó y luchó para la gente y por la gente ―y siempre con la gente, le habrían parecido estos agradecimientos demasiado inconcretos y los habría detallado más explícitamente para que sirvieran de recordatorio y de acicate. Así que traté de enmendarme en el segundo acto de conmemoración que se celebró el 15 de septiembre en la Escuela de Comercio.
Gracias en primer lugar al Ayuntamiento de Gijón, en las personas de su alcaldesa, Carmen Moriyón, el concejal de Servicios Sociales, Guzmán Pendás, y la directora de la Fundación de Servicios Sociales, Covadonga Landín por promover esta magnífica celebración del aniversario de un edificio singular y un proyecto pionero que engrandece Gijón y enorgullece a su ciudadanía principal, protagonista de esta historia. Todo ello espléndidamente resumido y contextualizado por el comisario de la exposición, el historiador Angel Mato. Una historia de entrega y solidaridad, de lucha por la dignidad de las personas, por la defensa de los derechos de las mujeres y los niños y para que un futuro justo fuera posible no sólo para unos pocos. Gracias a ellos y a todas las personas que, con gran dedicación y cariño, trabajaron para que fuera posible.
Pero para llegar a este cumpleaños centenario, otras muchas entidades y personas fueron manteniendo vivo el recuerdo y esencia de ese edificio (Gota de Leche-Escuela de Puericultura-Casa del Niño) desde que dejó, allá por los años 80, de prestar los servicios para los que había sido creada. Empezando por la ex alcaldesa Paz Fernández Felgueroso, bajo cuyo mandato se ejecutaron las obras de rehabilitación y acondicionamiento para albergar en 2003 la Fundación Municipal de Servicios Sociales y la Sociedad Internacional de Bioética (SIBI), otra entidad singular de Gijón, fundada por el doctor Marcelo Palacios.
Ese edificio de la Gota de Leche, que ahora cumple 100 años, es el primero de los tres que, gracias a la participación de la ciudadanía, y fruto de la complicidad que mi abuelo don Avelino siempre tejió con el pueblo de Gijón, proyectó para dar atención, cuidados y protección a las madres y a los niños y niñas de Gijón. Lo completarían el Hogar Maternal (hoy Casa Rosada) y el fallido Albergue y Hospital Infantil (antes Juzgados, hoy edificio abandonado). Todos ellos son patrimonio material de la ciudadanía gijonesa, ya que fueron los gijoneses y gijonesas quienes propiciaron y financiaron su construcción.
Muchos artículos recordando y reivindicando el proyecto se publicaron a lo largo de estos años firmados por solventes investigadores, ilustres estudiosos y apasionados gijoneses, entre los que se cuentan, el pediatra Felipe Luis Lagunilla; el abogado Paco Prendes, ambos fallecidos; el escritor Janel Cuesta; el Cronista Oficial de Gijón, Luis Miguel Piñera; el historiador Héctor Blanco; la también historiadora Carmen Suárez; la médica Marisa López o el pediatra José Manuel Fernández, y también páginas web como "Gijón en el recuerdo" de Modesto Fernández.
Un recorrido por varias publicaciones
Varias publicaciones, disponibles en bibliotecas, contribuyeron a ampliar y consolidar el conocimiento y el reconocimiento del lugar y del proyecto: "La gota de leche y la escuela de enfermeras" de Carmen Chamizo (ya fallecida); los dos folletos de Memoria de Gijón: "La Gota de Leche Casa Cuna de Gijón" de Eduardo García y "La fuente de Talavera: del jardín de la infancia al Jardín Botánico", de Saturnino Noval. "La protección social de la infancia de Gijón" de Ángel Mato. "La Gota de Leche de Gijón", de José Manuel Fernández y las dos últimas, centradas en aspectos más personales de mi abuelo: "El Doctor Avelino González Fernández: una autobiografía", publicación coordinada por la directora del Archivo Histórico de Asturias, María Concepción Paredes y Ángel Argüelles, con un artículo de Carmen Suárez y "Entre las dos España: El doctor Don Avelino González durante la guerra civil" de Ramón Alvargonzález.
La primera de estas dos últimas publicaciones se presentó cuando el Archivo Histórico de Asturias organizó una exposición, que posteriormente se exhibió en Gijón. Ello a partir de la donación, facilitada por la mencionada Carmen Suárez, de fondos y enseres que mi abuelo tenía en su domicilio y que junto con los fondos procedentes de la Gota de Leche que obran en el Archivo Municipal de Gijón constituye un fondo documental amplísimo y de gran valor histórico. Exposición que, a partir de la considerable documentación donada y de la abundante bibliografía médica que D. Avelino tenía y manejaba en su casa, presentó su vida, su obra, su formación, sus proyectos, sus dificultades, sus desvelos, sus angustias, sus fracasos y sus logros. Y sobre todo las obsesiones que marcaron su quehacer profesional y personal: Infancia, Salud y Educación.
La segunda publicación se presentó con motivo de la exposición, "La biblioteca de Don Avelino González, un médico sin fronteras" en la Fundación Alvargonzález, a raíz de la donación de una parte de su biblioteca no médica, que dicha Fundación tuvo la generosa deferencia de recoger y custodiar. Se puso así un "broche de oro" a la conservación de los fondos bibliográficos de mi abuelo, cuyo colofón fue la aceptación por parte de la Universidad de Oviedo, en la persona de su Rector Ignacio Villaverde, de las magníficas estanterías de caoba que albergaban aquella biblioteca de la que se sentía orgulloso y que daba testimonio de su curiosidad inagotable.
Mi abuelo no dejó nunca de estudiar ni de transmitir lo que aprendía porque entendía que el conocimiento tenía que ser compartido y divulgado: "Transmite lo que sabes, cuéntalo –decía– a alguien le servirá". Todo le interesaba y nada le era ajeno. Los libros le dieron una gran amplitud de miras y consolidaron los tres valores que defendió y transmitió toda su vida:
La Igualdad, que entendía como el derecho de todos, y más en concreto de todos los niños y niñas, a la salud y al conocimiento para disponer de un mismo bagaje a la hora de enfrentarse a las desigualdades de la vida. La Justicia, no la justicia legal (que a veces no es nada justa), sino la que obliga a combatir la injusticia, lo que significa compromiso, dedicación y a veces enfrentamiento, cosa que él nunca rehuyó. Y el Progreso, entendido como trabajo, estudio, investigación para hacer avanzar el conocimiento, compartirlo, combatir el inmovilismo individual y social. No rendirse… Siempre hay algo que aprender, siempre hay algo que enseñar. Igualdad, justicia y progreso defendidas con respeto, que es la base de la tolerancia, del diálogo y de la pluralidad.
Valores sencillos y rotundos que (si fueran compartidos y respetados por todos y todas) evitarían conflictos generadores de exclusión, marginación o rechazo, impedirían situaciones de violencia, abuso o explotación sobre los más débiles, harían intolerable cualquier guerra, invasión, masacre o exterminio, y obligarían a actuar con cordura respetando y protegiendo los derechos de los más vulnerables.
El médico pediatra don Avelino González Fernández (Lamuño, Cudillero, 1893-Gijón, 1978), hijo adoptivo de Gijón, fue un luchador tenaz por el derecho de la infancia a la salud, el conocimiento y el bienestar, entusiasta promotor de ideas y proyectos, y abuelo excepcional. Por el deber de la memoria quiero dar las gracias de nuevo a todas y a todos los que te acompañaron en ese camino que hoy hay que ensanchar. Gracias a los que continuaron y continúan tus sueños y luchan por una sociedad más justa, más igualitaria, más solidaria. Gracias a los que querrán seguir investigando y difundiendo tu obra, ahora que toda la documentación (aunque dispersa) está más accesible que nunca.
Gracias a los que te dieron las gracias.
Y a ti, abuelo, gracias por ti y por enseñarme a ser abuela.
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