Opinión
Generaciones
Cada cierto tiempo vuelve la manía, necesidad, obsesión, según quien lo haga, de reescribir la historia y siempre hay una finalidad no contada que se persigue con ello. Cuando se hace sobre la historia más reciente, que no era historia cuando la vivimos los que aún podemos recordarla y contarla, el intento es inútil. Viene al caso por la afirmación reciente de que la generación que nacimos en las décadas de los 50 y 60 del siglo pasado hemos vivido mejor que nuestros padres y lo hacemos mejor que nuestros hijos.
Este intento tan poco racional de enfrentar generaciones parece más destinado a culpabilizar a los que ahora vamos camino de la jubilación como si no hubiéramos hecho suficiente para asegurar lo imposible que es el futuro, sin mirar hacia los derechos, los servicios y la estabilidad social en la que ahora vivimos.Las personas que nos movemos en estas generaciones no tenemos nada que justificar y menos permitir que se cambie lo vivido. Nacimos en plena dictadura y durante años nos educaron en el nacional catolicismo de verdades únicas, de buenos y malos, de catecismo y procesión. Había otro sentimiento religioso diferente, liberador, humano y solidario, tuvimos que esperar a que curas obreros y comprometidos socialmente, nos lo mostraran.Empezamos a trabajar con un desempleo del 20% y una inflación del 15%, en plena reconversión industrial que en Gijón llevo a la crisis más grande de su economía, en el naval, metal, siderurgia, textil, y con ello a todas las empresas. En momento de mejoría económica pudimos comprar viviendas, pero una lavadora costaba la mitad de tu sueldo del mes y un coche el suelo íntegro de 4 años.
Fácil no era casi nada, la situación política nos podía llevar de nuevo a la dictadura, los militares conspiraban en los cuarteles y en la calle las personas valientes conseguían derechos para toda la sociedad, a base de lucha y riesgo.Las mujeres éramos irresponsables, teníamos que movernos con el permiso de los hombres de la familia. Las más valientes lucharon por todas para lograr derechos que hoy deberían ser incuestionables, aunque algunas dirigentes quieran devolvernos a la prehistoria. Ellas, que consiguieron que un ministro dimitiera siguen defendiendo que el miedo cambie de bando, que no haya más lobos ni más caperucitas, solo personas responsables, solidarias, empáticas y comprometidas con la felicidad de la sociedad. Y si, puede que el error, en primera persona porque los errores son individuales , haya sido no explicar con claridad que los derechos conquistados hay que seguir defendiéndolos para que nadie tenga la osadía de discutirlos y arrebatarlos, y esa defensa es una tarea compartida entre generaciones.
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