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Opinión | Comentarios al paso

¡Feliz Navidad!

No piensen que trabuqué el calendario o que me aquejan síntomas de chochez al colocar título tan extemporáneo. Trato de anticiparme al debate estúpido entre las expresiones "felices fiestas" y "feliz Navidad" que se reactiva cada diciembre con la intención de identificar a las izquierdas como pandas de ateos que pretenden abolir la religión. Aviados estamos si nos obstinamos en dedicar nuestras meninges a resignificar a los Reyes Magos, a la Pascua de Resurrección o, ya enfilados, al Ramadán.

Parece ser que Trump fanfarroneó en 2017 con que, gracias a él, los estadounidenses volvían a desear "feliz Navidad" en vez de "felices fiestas". Otra mentira más. Tanto Barack Obama como George W. Bush habían usado frecuentemente la fórmula tradicional, detalle que omitían los palmeros del mentiroso líder. Empeñarse en utilizar deliberadamente la fórmula "felices fiestas" como alternativa o sustitutiva de "feliz Navidad", además de una estupidez, favorece que la derecha se apropie de ciertos vocablos y el vulgo termine por creer de derechas algo tan tradicional como decir "feliz Navidad". Ya nos pasó antes: las derechas y el fascismo nos arrebataron, por su mucho morro y por nuestras abundantes torpezas, la palabra "patria" y la palabra "España". Se las apropiaron del mismo modo que pretenden adueñarse por intereses bastardos de la palabra "Navidad". Conviene recordar, aunque no hayamos llegado a tales extremos, que en la Alemania nazi se proscribió el término "herzio" ("hertz"), la unidad que mide la frecuencia del sonido, porque aludía a su investigador, el judío Heinrich Rudolf Hertz. Como igualmente evitaban nombres propios judíos del Antiguo Testamento: Sara o Samuel, por ejemplo.

El columnista Álex Grijelmo, inspirador de este tipo de reflexiones, comenta otra gilipollez atribuida a uno de los líderes fundacionales de Podemos, otra muestra absurda de lenguaje identitario: esa manía de referirse a Felipe VI -a quien no llamaba "rey" intencionadamente- como "el jefe del Estado", cuando todo el mundo comprende que se puede hablar del Rey y estar en contra de la Monarquía. De igual modo que se puede desear feliz Navidad y ser ateo, o defender el feminismo sin duplicar sustantivos y adjetivos cada poco.

Con su acostumbrado retintín culmina el columnista nombrado uno de sus artículos: "La tradición española, cada vez más comercial, conserva muchas costumbres religiosas, como los villancicos. Es probable que en un funeral católico todos los asistentes sean ateos, incluido el muerto. Nos bautizamos con nombres de vírgenes y santos, y nos entierran tras un responso. Numerosísimos contrayentes van a misa solo el día de la boda, pero todos estamos orgullosos de nuestras catedrales. Y no me veo refiriéndome a la de Burgos como ese edificio del que usted me habla".

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