Opinión
El trabajo y el viento de la historia
A medida que se van cumpliendo años también se va ganando perspectiva, o eso creo. En mi caso me da para ver la evolución del llamado barrio marinero de Gijón, Cimavilla, hoy más botellonero y terracero que otra cosa, con hostelería y pensiones como motores económicos; lejos de aquellos tiempos en que los buenos jornales de minería, naval y siderurgia, además de las cigarreras, se completaban con las que el abareque o el chipirón aportaban. Tiempos felices, al menos en lo laboral.
Para 1987 fuimos portada nacional los asturianos porque en Hunosa entraban a trabajar las mujeres en el pozo, algo que, se dijo, era un gran avance en la lucha por la igualdad, olvidando que, en 1937, en plena guerra incivil, se aprobó en España, lo que la Organización Internacional del Trabajo había presentado como un logro histórico, es decir, la prohibición del trabajo de mujer y niños en las minas. Ye lo que hay. El viento de la historia.
En Grecia, un país, no lo olvidemos, que acaba de salir de diez años de fiscalización europea tras un dramático rescate, han aprobado esta semana, pese a las huelgas generales convocadas y los disturbios provocados, la jornada laboral de trece horas, a petición de la empresa, durante un máximo de días anuales, y, por supuesto, muy bien pagadas, buscando una mayor flexibilización del mercado laboral según el gobierno. Y ello después de que ya hubieran aprobado una semana laboral de seis días, también por las mismas razones y objetivos ¿Un paso atrás? ¿O la fuerza de los tiempos? Ambos, quizás.
En este pozo Grecia se metió tras años de adulterar las cuentas nacionales y unas políticas de subsidios irracionales y suicidas que les han llevado a diez años, ya superados, con un cinturón tan apretado que se quedaron sin agujeros. Hoy parece que han aprendido la lección y, sin tener asegurado el futuro, tratan al menos de poner un pan encima de la mesa.
En nuestro caso no tengo claro, pese a mi visión perspectiva, otorgada por la edad, hacia donde vamos, ya que, por la parte del gobierno parecen querer cegarnos con el brillo de ese PIB nacional, que oculta el PIB per cápita, más cercano a la microeconomía, aunque no nos cuente la realidad de las familias corrientes, a las que se les dice que deben comer sano cuando la galopante inflación, especialmente en la cesta de la compra, les impide hacerlo.
España no va tan bien, y lo que es peor, no estamos preparados para ir mal, ni aprendemos de las noticias que llegaron y llegan de Grecia, y al final la olla se llena con patatas, no con soflamas.
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