Maruja Álvarez, maestra de Grado adelantada a su tiempo: "Su influencia transcendió fuera del aula, nos preparó para ser mejores personas"
Los que fueron alumnos de su famosa guardería juntan sus recuerdos para homenajearla, tras su fallecimiento, a los 99 años

La maestra, detrás, en la famosa terraza, con un grupo de los que fueron sus alumnos. / P. Á.

Por las buenas manos de María Asunción Álvarez Álvarez, "Maruja la de guardería", maestra vocación y profesión, pasaron varias generaciones de moscones a los que atendió en su más tierna infancia y a los que impartió las primeras enseñanzas. No fueron solo números o letras, sino valores como el compañerismo, el esfuerzo y el respeto. Falleció el pasado 14 de agosto a los 99 años, pero quienes fueron sus alumnos le rinden ahora homenaje a través de sus recuerdos. Y algo en lo que coinciden casi todos ellos: en que fue una mujer "adelantada a su tiempo" por sus métodos de enseñanza innovadores y por su visión para dar respuesta ya en aquellos tiempos a una necesidad que también existía, la de la conciliación de la vida familiar y laboral.
"Era fuerte, valiente, solo su presencia imponía respeto. Pero con sus niños era paciente, divertida y cariñosa. Con ella varias generaciones de la villa aprendimos a leer y a escribir, a sumar y restar, y una vez a la semana teníamos clase de inglés. Parece mentira pero hace casi 50 años ella ya sabía de la importancia de aprender idiomas", señala Almudena Peláez, que fue a la guardería con una "mujer a la que sin duda recuerdo como adelantada a su tiempo".
"Desde pequeña tenía mucho remango"
Maruja Álvarez nació en Quirós, el día de San Valentín de 1926. "Era una niña alegre y extrovertida que tenía que caminar tres kilómetros para ir a la escuela de Arrojo junto con sus compañeras, quienes contaban que Maruja les entretenía el trayecto porque ya desde pequeña, tenía mucho remango", explica una de sus nietas, Patricia Álvarez. Durante la Guerra Civil siguió estudiando en casa con sus padres, Armando y Celsa, y tras el conflicto la familia se mudó a Pola de Somiedo, porque su padre tenía que hacerse cargo de la dirección de las centrales hidroeléctricas de La Riera y de La Malva.
El Bachiller lo haría más tarde Maruja en Oviedo, donde también estudiaría Magisterio. "Desde siempre le gustó la enseñanza y adoraba a los niños", señala su familia. Terminada la carrera, contrajo matrimonio con Higinio Díaz Ordóñez, abogado y maestro, y a partir de ese momento vivieron para siempre ya en Grado. Ella empezó primero dando clases primero en el “Colegio de Abajo” (hoy Casa de la Cultura), luego en la Academia Areces, después en el colegio de La Milagrosa en Oviedo y también fue directora de una guardería en la capital asturiana.
La famosa terraza que da a la plaza del Ayuntamiento
Tal y como recuerdan sus allegados, en 1979, con algo más de 50 años, esta maestra emprendedora y con la determinación que siempre le caracterizó, abrió la primera guardería infantil en Grado, donde se preparaban los niños y niñas para acceder a la antigua EGB, antes de los seis años, "con unos métodos de enseñanza innovadores y muy avanzados para la época".
Se llamó "Bambi", aunque se conocía al lugar como "guardería de Maruja”. Primero estuvo en la calle Marqueses de La Vega de Anzo, y después, en la Plaza General Ponte, en un edificio que tenía una terraza "que, aunque era grande, en aquel entonces, a los niños nos parecía gigante y la plaza siempre resonaba con tanto revuelo infantil".

Maruja, en una imagen de la época de la guardería. / P. Á.
"Por allí pasamos muchas generaciones de Grado que aprendimos a leer, escribir con mucha soltura gracias a las pacientes lecturas y dictados de la Señorita Maruja, a sumar y restar llevando, teníamos gimnasia, clases de inglés, muchas canciones, adivinanzas y juegos, todo tipo de actividades divertidas orientadas a motivar y estimular nuestras capacidades desde pequeños", explican quienes fueron alumnos.
"Maestra de las de antes, exigente y a la vez cariñosa"
De la terraza que salía a la plaza del Ayuntamiento y hacía las veces de patio se acuerdan todos los niños y niñas. "En aquella terraza Maruja y Ana, su hija, nos enseñaban canciones. Eso sí, con la previa comprobación de que todos estábamos bien abrigados en los días de frío. Recuerdo que en carnaval era fiesta toda la jornada. Si alguien no tenía disfraz, rápidamente aparecía un sombrero o unas gafas mientras madre e hija cogían las pinturas para el maquillaje", relata Almudena Peláez, que muestra su gratitud a Maruja por su "vocación y dedicación" y destaca que "siempre te recordaremos".
Covadonga López-Acevedo también fue alumna en la guardería de Maruja, desde los 3 hasta los 5 años. "Fueron tres años en los que me enseñó muchísimo, no solo en lo que se refiere a estudiar, que salí de allí leyendo muy bien, sino en cuanto a modales y educación. Todos los días teníamos que leer de un libro súper grande que tenía en su mesa y nos acercábamos allí a leer uno por uno. Era una maestra de las de antes, exigente y disciplinada pero a la vez cariñosa. A su guardería iba también María Teresa a dar clases de inglés para enseñarnos algo del idioma, así que era avanzada para ese momento. Fue un gran guardería, una gran maestra que deja huella, no la olvidaremos y la recordamos con gran cariño", añade.
"Educación y respeto"
Maruja saludaba y tenía contacto con los que fueron sus niños incluso cuando ya eran adultos. Así lo refiere Miguel Elorza, que "siendo yo ya mayor y padre, recuerdo muchas tardes de charlas con ella y su hija Ana, en el parque, mientras mi hijo Santi jugaba y nosotros rememorábamos tiempos pasados y hablábamos de la actualidad".
"Los que tuvimos la suerte de que fuera nuestra maestra no la olvidaremos y la recordamos con un gran cariño. Yo soy de la generación de 1977, éramos una buena tropa allí: Higinio, Pablo el del Manantial, Bibiana Sierra, Francisco, Carlos Granda , Fermín... Maruja era una persona estricta, pero que a la vez, desde el cariño y el respeto, conseguía sacar lo mejor de nosotros. Llegábamos a Primaria leyendo y sabiendo sumar y restar perfectamente. Cuando nevaba, como premio, nos llevaba a una finca que tenían por la zona de Picalgallo , creo recordar. Una vez te haces adulto valoras más lo que Maruja nos transmitía, educación , respeto hacia las personas", explica Elorza.

Con sus hijas, Asunción y Ana. / P. Á.
Este destaca asimismo que "fue una persona fundamental para mí primer contacto con el mundo lectivo" y añade que siempre "daba a los alumnos buenos consejos, que a día de hoy serían muy necesarios en la sociedad en la que vivimos". "Creo que su influencia transcedió fuera del aula, ya que nos preparó para ser mejores personas", concluye.
Pionera en conciliación
La guardería de Maruja fue también pionera en materia de conciliación. Los padres y madres podían dejar a sus hijos mientras trabajaban. Les esducaban en el sentido más amplio de la palabra, porque no solo se aprendían números y letras, como coinciden en destacar quienes pasaron por sus aulas. Entre ellos, Juan Garrido, que fue alumno junto a su hermano Borja. "Entramos con 3 añitos y los recuerdos son todos muy buenos. Cuando empezamos, íbamos a comer a casa, pero más adelante montaron un pequeño comedor y comíamos allí. Incluso dormíamos la siesta", rememora.
Subraya, como otros compañeros, que "de la guardería salíamos con un gran nivel para comenzar en el colegio, tanto que yo me aburría al principio porque ya sabía hacer casi todo porque nos lo había enseñado Maruja. "Salíamos muy preparados y con ella aprendimos también valores y hasta a comer... Fue una profesora y persona de diez, nunca se me va a olvidar", añade. Tiene un "ciento de anécdotas" y cuenta algunas como que tuvieron uno de los primeros proyectores de Grado y podían ver películas como la de Blancanieves.
Entre otras, menciona también la algarabía que se montaba cuando estaban en la terraza y llegaba el camión de reparto de la Coca-Cola para el antiguo bar de Los Arcos. "Nos volvíamos locos viendo aquel camión, gritábamos, y a veces el conductor nos tiraba hacia arriba algún regalo de la marca", incide. "Siempre queríamos ir a la guardería, lo pasábamos tan bien... Fue una adelantada a su tiempo y la disfrutamos muchas generaciones", señala.
"Enseñaba a ser autónomo, a valernos solos"
Que era una persona de las que "te marcan para toda la vida" lo subraya también Abraham Pérez, que recuerda cómo hacían cola por edades en el portal del edificio, "porque íbamos a clase, no a la guardería". "Allí aprendimos a leer, escribir, los colores y las formas geométricas. ¡Incluso aprendimos matemáticas e inglés! Y nos enseñaba a valernos por nosotros mismos, a ir al baño solos, a abrocharnos los botones y a atarnos los cordones", rememora.
Pérez recuerda a Maruja como un "ente todopoderoso porque sabía de todo y le teníamos mucho respeto". Era, incide, también "cariñosa" y la diferencia "la notamos al empezar al colegio, porque dábamos mil vueltas a otros, sobre todo en autonomía", indica. "Fuera de clase, hasta el último día, Maruja siempre nos recordó y siempre nos saludaba con una sonrisa de oreja a oreja. Se merece que le homanejeemos y se le va a echar de menos", destacó.
Transmitir el valor del esfuerzo
También fue Maruja profesora de Jacaranda García. De ella tiene "muy buenos recuerdos", pues "aprendí a leer y escribir con ella". "Conmigo fue muy paciente y he de agradecer que lo que eran las cuestiones básicas de letras y números me las enseñó tan bien que pude ser una dislésica camuflada hasta casi terminar la EGB. Maruja nos enseñaba primero el silabario, era con un libro de Walt Disney que tenía las vocales y las letras. Después, cuando tenías esos conocimientos fijados, ya pasabas a leer libros de cuentos. Leíamos en grupo en clase y otras veces íbamos todos rotando por su mesa, controlando ella cómo íbamos en lectura. Quizás ahora se dice que ese no fuera el sistema más adecuado, pero lo cierto, es que cuando empecé la EGB yo sumaba, restaba y ya estábamos aprendiendo a multiplicar casi y a mí no me supuso ningún trauma", señaló.

La docente, en el parque de Abajo, en una imagen cedida por su familia. / P. T.
Los recuerdos sobre Maruja también fluyen en el caso de Juan José López-Acevedo, que coincide en que se trató de una docente "adelantada a su tiempo" y para sostener la afirmación dice, como otros de sus compañeros, que "con menos de 5 años ya nos venían a dar clases de inglés, que entonces no era lo habitual". Hay que tener en cuenta que estamos hablando de hace más o menos medio siglo, el que han cumplido y van camino de cumplir los que fueron a esta guardería. "Era una educadora muy buena, transmitía ya valores del esfuerzo desde pequeños, compaginado con lo lúdico, sin que ello restara a la parte de enseñarnos, de que nosotros aprendiéramos", añadió.
La infancia de varias generaciones
Fue también Lorena Valdés alumna de Maruja. "Cada vez que paso por la plaza, la vista se me escapa a esa terraza, en la que recuerdo, además del tiempo de juegos que pasábamos allí, cuando llegaba carnaval, por ejemplo, y nos disfrazábamos, todavía conservo las fotos", explica. "Sin duda alguna Maruja y su guardería forman parte de la infancia de unas cuantas generaciones de Grado, como la mía, que dimos ahí nuestros primeros pasos y recordaremos siempre sus enseñanzas y las de su hija Ana, que la acompañaba", destacó Valdés.
Para ella, cuando echa "la vista atrás a la infancia", una de las primeras cosas que le "vienen a la mente es la guardería y Maruja". De aquella etapa conserva aún amistades y de su profesora un recuerdo imborrable además de un ejemplo de vida y como "mujer emprendedora" y que conciliaba su vida laboral con la familiar, ambas cosas pasiones de su vida.
Voluntaria para los más desfavorecidos
La guardería estuvo abierta hasta 1992, pero permanece en la memoria de muchos moscones, como la memoria de Maruja, mujer de gran corazón que, tras jubilarse, siguió dando clases altruistamente como voluntaria de “Cáritas”, enseñando a niños y a mujeres en situación vulnerable.
"Solía decirnos a sus nietos que las personas deberíamos ser como los árboles, que les caen las hojas en otoño, pero vuelven a florecer en primavera”, recuerda una de ellas, Patricia. Lo que será perenne es la huella que dejó en sus alumnos que, tras su fallecimiento, el pasado agosto, han juntado sus recuerdos para hacerlos públicos y homenajear de este modo a una mujer "inolvidable".
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